Con el Cristo que llegó a Córdoba desde América, todo es a lo grande. De entrada, a la hora de cumplir años, cumple 400. Grande es la talla, enorme la devoción popular, el paso es el mayor de los que procesionan en Córdoba, singular como de superproducción de Hollywood es su exorno (donde nunca faltan especies americanas para evocar sus orígenes), gigantescas las simpatías (comenzando por la Federación de Peñas, cuyo presidente procesionó ayer), grande el capataz con cuadrilla de lujo, como fue para la ocasión la de Luis Miguel Carrión Curro, y enorme su programa para conmemorar esos cuatro siglos de su llegada a Córdoba. Todo lo que rodea al Cristo de Gracia es grande... y a lo grande. Y si se opta por un estilo: ni barroco, ni rococó... nada más espectacular que el neogótico, que es el sello del Parlamento Británico y del paso del Santísimo Cristo de Gracia. A la par ambas obras, si se permite la exageración.

Así, en el jardín de El Alpargate no cabía un alfiler a la hora de la salida. Lo más serio, lo más pasional y lo más popular se mezclaban un año más con El Esparraguero.

Y grande fue su llegada a carrera oficial, su peculiar entrada y salida del primer templo de la diócesis (no cabe por la puerta de Las Palmas ni por la de Santa Catalina) y esos peculiares doscientos metros para incorporarse a la carrera oficial. Todo peculiar cuando se habla del Cristo de Gracia. Incluso cuando los hermanos ya piensan en la salida extraordinaria prevista para el 29 de septiembre. Eso también será a lo americano. A lo grande.