Fue ayer, a mediodía, la emoción y la unción en el corazón de La Catedral: el obispo Demetrio; el obispo de Bilbao, Mario Iceta, los sacerdotes de la diócesis y el pueblo, en la misa crismal, con un protagonista excelso: el Espiritu Santo, "amor envolvente, amor transformante, alma de la Iglesia", como subrayara nuestro prelado. El aceite perfumado se convertía en vehículo de gracias derramadas en catecúmenos, enfermos y consagrados. Luego, al atardecer, el desgarro del dolor en el Cristo de los universitarios, en la Agonía, en la Sangre, en la Santa Faz... Lo expresó profundamente Paul Claudel: "Jesús no ha venido a suprimir el dolor, ni a darle una explicación; ha venido a llenarlo con su presencia". En la noche, La Piedad cerraba una jornada de promesas sacerdotales y compromisos laicos.