Las dos jornadas cofrades por antonomasia en Montilla arrancaron en la mañana del Jueves Santo con la tradicional diana a cargo del Cuerpo de Lanceros de la Hermandad de Jesús Preso y María Santísima de la Esperanza, una formación que, tan solo unas horas más tarde, protagonizó en la plaza de La Rosa el acto del Prendimiento, con el que se abría uno de los desfiles procesionales más coloridos de la localidad.

El cortejo volvió a estar formado por el paso de la Oración en el Huerto --que presentó la canastilla y los respiraderos adaptados del anterior paso del cotitular--, el Cristo de la Columna, Jesús Preso --que estrenó paso de misterio, todavía en fase de carpintería-- y la Virgen de la Esperanza que, por vez primera, fue portado a costal, recibiendo el homenaje de la Banda de Música Pascual Marquina, que dedicó la marcha Jueves de Esperanza , obra del montillano Víctor Manuel Carmona.

Ya en la medianoche, el Llanete de la Cruz sirvió de escenario para la espectacular salida de la hermandad del Santísimo Cristo de la Misericordia, una impresionante talla del artista montillano Francisco Solano Salido que fue izada para ser colocada en su paso. Detrás, María Santísima de la Amargura, una preciosa dolorosa que despierta una enorme devoción en el barrio de la Cruz. Con las primeras luces del Viernes Santo hizo su salida desde San Agustín la hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima de los Dolores. Jesús Rescatado abrió el cortejo con el acompañamiento de la Centuria Romana Munda, que realizó el acto de La Lanzada al Cristo de la Yedra, antes de que el Nazareno y María Santísima de los Dolores regalaran al pueblo de Montilla su bendición ante las puertas del templo agustino, un enclave que, con las últimas luces del día, se vistió de luto para asistir a la salida de la Pontificia hermandad del Santo Entierro, Soledad y Angustias de la Madre de Dios.

Un año más, cientos de montillanos acompañaron durante su recorrido a San Juan Evangelista, al Cristo Yacente en el Sepulcro y a María Santísima de la Soledad, que conmemoraba el primer centenario del estreno de su manto.

El intenso Viernes Santo lo completó la hermandad del Sagrado Descendimiento, que volvió a repetir la gesta del pasado año cuando, por fin, pudo disfrutar de su manifestación pública de fe partiendo desde la capilla de la calle Fuente Alamo. El impresionante misterio, obra del imaginero Antonio Bernal, derrochó fervor y buen trabajo desde la primera chicotá en el interior de su sede canónica.