La Misericordia cierra el Miércoles Santo. Siempre lo ha hecho desde su primera salida como hermandad penitencial, en 1937. Y esto, que como todo en la vida tiene sus servidumbres y sus inconvenientes, es por encima de todo una responsabilidad: cuando termina de pasar el paso de palio de Nuestra Señora de las Lágrimas en su Desamparo por Carrera Oficial, se abre (para muchos de los que han contemplado el tránsito de las cofradías) el ámbito de la memoria, y ahí se concentra la responsabilidad que acabo de citar: ¿Qué sabor de boca, estético y devocional, ha dejado mi hermandad entre las personas que se vuelven a su casa sin esperar a que las cofradías vuelvan a sus templos?

Lo normal es que la cofradía que cierre cada jornada sea la más antigua, pero tampoco tiene por qué ser así por fuerza. Si así fuera, la Esperanza debería cerrar el Domingo de Ramos, o la Sentencia el Lunes Santo. La Misericordia siempre ha cerrado el Miércoles Santo. En 1937 sólo la precedió el Calvario, que siendo más antigua cedió el puesto --o simplemente ni se lo planteó-- y desde entonces nadie lo ha discutido, aunque en alguna ocasión estuvo a punto de cambiarse el status quo- a iniciativa de la propia Misericordia, que sólo un año después volvió a su lugar de siempre.

Las cofradías tienen que mantener su atractivo y su mensaje por sí mismas, con independencia del lugar que ocupen en su día de salida. Si acaso, la que cierra la jornada tiene un delicado plus de responsabilidad.