La Vera Cruz, celebrando ayer los 25 años de su primera estación de penitencia hacía honor a su nombre y su espíritu procesionando una reliquia del Lignum Crucis cedida por la Confederación Española de Hermandades de la Vera Cruz; hacía honor a su historia de lejanas raíces franciscanas e inspiración sevillana, hacía honor a un cuarto de siglo de durísimo trabajo en la hermandad y enorme obra social, hacía honor a los que nunca han visto problemas para ir a La Catedral y, sobre todo, hacía honor al barrio, al Campo de la Verdad, que volvió a demostrarle todo su cariño y llenó el Puente Romano. Javier Romero, el primer capataz que tuvo la Vera Cruz, no podía disimular su emoción cuando terminó de conducir el paso hasta la Catedral en un público homenaje de la archicofradía. El Señor de los Reyes llegaría exornado con un tupido manto de clavel rojo.

Y Córdoba, también tuvo el honor de ver a una espléndida y pujante hermandad en la calle que estrenaba en el palio de la Virgen las creterías de las bambalinas laterales bordadas en oro.