Alo largo de estos días, hemos venido diciendo que cada vez hay más público abarrotando las calles. Ayer, propiciado por el buen tiempo y por ser víspera de festivo, llegó a colapsar algunas vías, sobre todo en la zona céntrica o de mayor afluencia de cofradías, siendo en algún momento casi imposible ver transitar con normalidad el paso de las seis cofradías de la jornada.

Pero vayamos desde el principio. Muy temprano, alrededor de las dos de la tarde, la hermandad de Las Palmeras iniciaba su estoica estación de penitencia, nada más y nada menos que doce horas de intenso recorrido, donde la cofradía dio ejemplo de compostura y saber estar.

Poco más de una hora después se puso en la calle la hermandad del Calvario, una de las hermandades que ayer hizo estación de penitencia en la Catedral y a la que no le ha importado adelantar su hora de salida para alcanzar el auténtico sentido de su salida a la calle. El Señor lució con una túnica morada cuyos tornasoles a plena luz del día le conferían una estampa de otros tiempos. Detrás, la Virgen del Mayor Dolor, exornada con esbeltas piñas de clavel blanco.

Poco después de que la dolorosa del Calvario abandonara San Lorenzo, la iglesia de San Roque era un hervidero de gente esperando la salida de la cofradía del Perdón. Jesús ante Anás volvió a brillar con la banda de la Coronación y tras él nadie pudo impedir, aunque la necedad de algunos lo hayan intentado destrozándole días atrás su manto, que la Virgen del Rocío y Lágrimas volviera a demostrar a los cofrades que una hermandad puede evolucionar para bien.

A estas horas el calor era sofocante y la emoción en San Basilio aún más, el Señor de Pasión se volvió a reencontrar con la cal de sus calles, en una salida donde no cabía un alfiler y donde poco a poco se fue abriendo paso la cofradía. Como siempre, dejó su particular sello en el Arco de Caballerizas o en el entorno de la Catedral. Junto al Calvario, fueron las dos únicas cofradías que hicieron estación en el templo Madre de la diócesis.

Conforme avanzaba la tarde, la ciudad estaba impracticable, sino que se lo digan a la cruz de guía de la hermandad de la Paz, que tuvo que ir abriéndose paso ante la ingente muchedumbre que colapsaba el entorno de Capuchinos, San Andrés, San Miguel (donde la cofradía hizo por primera vez estación de penitencia) y sobre todo a la vuelta en los Jardines de la Merced (Colón), donde a los que verdaderamente nos gusta esto fue casi imposible disfrutar de la cofradía, ya que a veces mucho público no es sinónimo de éxito pues, como ocurrió anoche, distorsiona el sentido de la estación de penitencia convirtiéndola en un mero espectáculo de masas.

Afortunadamente con menos público (no podemos olvidar que mucho de éste ya estaba cogiendo sitio en los Jardines de la Merced para ver a la cofradías de la Paz) se pudo disfrutar de la hermandad de la Misericordia, sobre todo con la Virgen de las Lágrimas en su Desamparo, que volvió a lucir con un escogido y apropiado repertorio de la banda de música de la Esperanza. Impagable el paso de palio de la Virgen de las Lágrimas avanzando por la calle Feria a los sones de la marcha ‡2Ángeles del Cister‡1 de Pedro Gámez Laserna.

Todos aquellos obsesionados con las audiencias estarán muy contentos, si bien hay que reconocer que en cofradías no siempre cantidad es igual a calidad, y para salir a la calle a ver una cofradía quizás no haya que ser cofrade pero sí saber cómo comportarse al paso de una cofradía, un concepto que ayer no quedó del todo claro. ‡H