Con la chiquillería que tiene esta hermandad, en el mejor sentido posible de la palabra y con toda la alegría y esperanza que ello le confiere (hay que envidiarla), resulta paradójico hablar de aniversarios, y nada menos que las bodas de plata de la bendición de la obra de Antonio Salto; María Santísima de la Trinidad, la primera joven de una hermandad a la que nunca le ha faltado juventud... Ni clase. Ayer se presentaba al pueblo de Córdoba adornada con rosas (entre champán y blanco) y alhelíes e iris albinos. Para Nuestro Padre Jesús Nazareno se usó minicalas y rosas de color lilas y moradas. Los organizadores de la procesión, un año más y ya es una tradición, se emplearon a fondo para hacer frente a la lógica inquietud de tantos pequeños que van en el cortejo, incluso en la Catedral. Una faceta más de la labor educativa, de la que tanto sabe el colegio de La Trinidad. A ver si siguen los frutos cofrades con el colegio en Poniente.