Después de un cuarto de milenio sigue habiendo cosas que permanecen ajenas al paso del tiempo: Jueves Santo, Nuestro Padre Jesús Caído, Nuestra Señora del Mayor Dolor en su Soledad, el morado y negro de sus túnicas, San Cayetano, los frailes carmelitas, gentes de todo rango que buscan en El su mirada... ¡Cuántas circunstancias se han debido dar para llegar hasta aquí!; el nacimiento de Teresa de Jesús hace 500 años, el encuentro con Juan de la Cruz, la visión del nazareno, la llegada de Jesús Caído al convento allá por el año 1670, la clarividencia de aquel fraile, Andrés de Santa María, para fundar la hermandad, y tantos fieles, devotos y hermanos que han hecho posible que hoy estemos aquí, con nuestra singularidad y una forma de ser y estar tan característica. En el plano material, de aquel lejano 1765 solo nos quedan unas sencillas demandaderas de plata y, probablemente, cuando se celebre un aniversario similar, todo lo que vemos en este momento se habrá convertido en las páginas de un extenso y precioso libro. Sólo nos quedarán Ellos, porque sólo Ellos perduran y, allí donde nos encontremos, llevaremos la satisfacción de haber puesto lo mejor de nosotros para transmitir la fe y la devoción a Jesús Caído y la Soledad. "Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene nada le falta. Sólo Dios basta..." (Teresa de Jesús).