La Semana Santa de 2017, obvio es resaltarlo, reviste una trascendencia especial no sólo porque, después de décadas, se regresa al primer templo de la diócesis, sino porque con este paso no hacemos más que iniciar un largo recorrido que exige mucha paciencia y más capacidad formación y docencia, tanto por parte de las juntas de gobierno como por la jerarquía diocesana, comenzando por nuestros consiliarios y llegando hasta el sucesor de Osio. Ahora se trata de hacer ver a nuestros hermanos que a la Catedral no se va a componer una imagen. Ciertamente, este año las cámaras de fotos y los móviles van a echar humo. Pero si vamos a la Catedral es a realizar estación de penitencia ante Jesús Sacramentado, auténtica y única finalidad de nuestras corporaciones y muy especialmente para una hermandad sacramental, como es el caso de la Sagrada Cena.

Desde nuestros orígenes, en la parroquia de la Trinidad, de la mano del recordado don Antonio Gómez Aguilar, hasta la actualidad, en Beato Álvaro de Córdoba, con don Tomás Pajuelo Romero, la Sagrada Cena trabaja con intensidad su carácter sacramental, tal y como lo atestigua nuestro grupo de Adoración Nocturna. Por esta razón y siendo conscientes de que estamos dando sólo el primer paso, desde esta ventana que nos ofrece diario CÓRDOBA, quiero animar a todo el mundo para que nuestra Semana Santa recupere el sentido que siempre tuvo: hacer pública protestación de fe.

*Hermano Mayor.