La Semana Santa es como un cerco a nuestro corazón de piedra, con el cual el Señor intenta que se abra una grieta en nuestra indiferencia, para responder a tanto amor, al menos, con algo de amor. Por eso, las hermandades del Señor del Calvario y el de Pasión realizaron anoche su estación de penitencia junto a las del Señor del Perdón y de la Misericordia. Entendámoslo bien: la experiencia personal de Jesús no es destructora para el hombre. Al contrario, le da motivos para vivir. El gran argumento es el amor, hecho entrega generosa. Por eso, hoy, Jueves Santo, celebramos el Día del Amor Fraterno, la mano extendida, el abrazo a punto, mientras Nuestra Señora de la Paz avanza con su regazo abierto a todos los náufragos del mundo.