La gran hora de Dios es la cruz. Y por eso, la noche del Lunes Santo, Córdoba puebla sus calles de cruces: la Vera Cruz, reflejando su eternidad en el Guadalquivir; el Vía Crucis, doliente e intimista; el Remedio de Ánimas, emoción que alerta los espíritus y conmoción que despierta las conciencias, junto a la Sentencia, que proclama: «La justicia es el pan del pueblo, y el pueblo siempre está hambriento». Los poetas cordobeses poblaron la noche con sus versos. Julio Aumente al Cristo de Ánimas: «Crucificado de Dios, remedio y puerto / del Ánima que aguarda la certeza». Y los de Pablo García Baena, a la Virgen de las Tristezas: «Abadesa del llanto, Afligida del cielo…». Y la Merced, regazo sonoro.