Si alguien quiere tener una idea de nuestra Semana Santa, no tiene más que acercarse al entorno de nuestra nueva carrera oficial y darse cuenta que en sólo tres días se ha convertido en lo más tradicional y distintivo de lo Nuestro.

En estos tres días, lo más clásico no es precisamente los antiguos recorridos, no son aquellos lugares donde más íntimamente se podía disfrutar de ellas, ver pasar en un gran silencio, aquellas filas de nazarenos... Ya no es clásica tampoco aquella saeta que rezaba a Dios con el desgarro de la voz... Lo clásico es que nuestras hermandades hagan su estación de penitencia en nuestro templo mayor. Eso es ya lo clásico.

Con su túnica morada, en su sitio de la procesión, con su mano sobre el escudo del cubrerrostro, símbolo de nuestra parroquia, en el último tramo de Nuestra Señora del Mayo Dolor, cerca de la Señora, iba Javier como todos los años. Tiempo de recogimiento. El oír el sonido del llamador avisando que el Señor de San Lorenzo va a saludar a todas aquellas personas que año tras año lo esperan. Sentir el crujido del paso entre el racheo de las zapatillas de nuestros costaleros sobre el fío mármol de la iglesia Fernandina. El ver los estrenos, sentir un escalofrío intenso con la salida de su Señor. Ajustar su vista a la claridad de un sol de justicia y pensar que él va a hacer historia. Va a hacer la nueva carrera oficial. Y que él, como todos los demás, ya es todo un clásico.