Toda una heroicidad para quien se define como un escritor lento y que empeña al menos cinco años en atajar cualquier obra. Tal vez, se disculpa, la estuvo pergeñando durante toda su vida y es ahora cuando le dio a la tecla para imprimir. Tal vez también, escribió la primera línea cuando publicó su primera novela, La lluvia amarilla . Hay libros que el autor está condenado a escribir. Como es el caso. Y circunstancias vitales que dejan una huella indeleble en la memoria. Como es haber nacido en Vegamián, un pueblo anegado en las aguas de un pantano, el Porma.

Los personajes de esta historia miran de distinta forma el agua. Tal vez observen ahí mismo la vida, mediten sobre un pasado que les robaron y un futuro que nadie dibuja. A los 13 años, este hombre, alto, de piel roja y voz rota, que fuma y bebe, de ojos y pluma trasparentes, volvió al pueblo donde nació. Habían desecado el pantano y pudo entrar a la casa paterna cubierta de lodo y truchas muertas. Un paisaje que él describe como el fin del mundo, sin voz ni color, sin árboles ni pájaros, un mundo fantasma que daría lugar a la fantasía del escritor para escribir esta novela. Tal vez por esta razón, se siente un extranjero en cualquier lugar.

Ahora, misión cumplida, Llamazares volverá al camino, volverá a recuperar la redacción de Las rosas de piedra , interrumpida cuando este libro le estalló en las manos y en el corazón. Su obra abarca prácticamente todos los registros: poesía -Memoria de la nieve -, literatura de viajes -El río del olvido -, relatos cortos -En mitad de ninguna parte -, novela -Luna de lobos -, crónica -El entierro de Genarín -, el guion cinematográfico y el artículo periodístico. Ahora, una vez más, vuelve a tirarse al camino y a cambiar de género. Es su sino.

--Usted es un escritor lento, necesita rumiar las palabras, encontrar su cadencia. Pero este libro le estalló como una bomba entre las manos.

--Sí. Y es la novela que más rápido he escrito. En un año. Yo, que tengo de media cinco, seis, siete años, y que paso por ser un escritor muy lento. Seguramente esta novela la había ido escribiendo toda mi vida y en un momento dado di sin querer a la tecla de imprimir y salió toda seguida.

--Distintas formas de mirar el agua, de observar el paisaje, de ver la vida.

--El título a mí me parece fundamental en esta novela y en todas. Hasta que no sé el título y la estructura, no empiezo a escribir. En realidad, Distintas formas de mirar el agua es una metáfora de distintas formas de mirar la vida, de mirar el mundo, de mirarnos a nosotros mismos, a los demás. Aquí parte del agua real de mi pantano que cambió la vida de la familia y del personaje protagonistas, y el agua se convierte en un espejo en el que los narradores se reflejan.

--Dice usted que es la novela de su vida. ¿La más perfecta o la más personal, con la que mejor se identifica?

--La que estaba condenado a escribir. Cuando digo la novela de mi vida, yo no tengo la consideración de que es la novela más importante de mi vida, sino la que estaba condenado a escribir porque sobre mi vida ha planeado siempre este acontecimiento involuntario que fue el de haber nacido en un pueblo sumergido debajo de un pantano. Cosa que ha hecho que en cada entrevista, en cada comparecencia pública, siempre alguien te pregunte cómo ha influido en tu vida. Y, claro, te ha influido, como todo influye en la vida, pero nunca he sabido qué responder. La respuesta seguramente es esta novela.

A Vegamián, donde nació, lo cubrieron las aguas del pantano del Porma en 1968. ¿Siempre respondió lo mismo?

--Pues he respondido de todo y seguramente sin saber qué responder de la incapacidad de responder a algo tan profundo con una frase normal, porque te das cuenta de que el lenguaje es muy limitado y tú más. Por muy buen escritor que seas, eres muy limitado. Decía Miguel Torga, llego, me siento frente al fuego horas y horas, abstraído en pensamientos, porque aquí me doy cuenta de la gran distancia que hay entre mis sentimientos y mis palabras. Eso es lo que te ocurre cuando afrontas el hecho de escribir con honradez. Te das cuenta de que el éxito del escritor no es tener más o menos repercusión social o comercial. El éxito de un escritor es conseguir que haya la menos distancia posible entre tus pensamientos y tus sentimientos, y lo que queda plasmado en el papel. Y esa distancia con la que tú juegas y para la que necesitas el lenguaje.

--Tenía 12 años cuando Vegamián quedó anegado y volvió a él con 28 cuando desecaron el pantano. Aquella visión le impactó. ¿Ahí comenzó a germinar este libro?

--De manera consciente, sí. Inconscientemente, seguramente venía de muy atrás. Yo nací por casualidad en el pueblo Vegamián, un pueblo que da nombre al pantano que a la vez protagoniza esta novela, pero me fui con dos años. O sea, que no tengo ningún recuerdo, ninguna consciencia pero hasta los 13 años míos, que fue cuando cerraron el pantano, volví algunas veces con mis padres a visitar a los antiguos vecinos y amigos de ellos. Y la distancia siempre siguió planeando sobre mí, y llegó un momento que tomé consciencia cuando, pasados los años, vaciaron un día la presa y vi el puebloen el que nací convertido en el paisaje del fin del mundo. Estuve dentro del pueblo. Era un mar de lodo, en medio de las ruinas no había árboles, no había color, no había sonido, no había pájaros, no había nada. Estuve en la casa en que nací, porque eran casas de piedra, y la casa y la escuela seguían en pie, enteras, subí al piso superior, y llegar a tu casa llena de lodo y de truchas muertas no es algo muy fácil de contar.

--Una novela coral con 16 voces distintas. Una familia que se acerca al pantano a esparcir las cenizas del abuelo. Cada uno es cada cual, pero en todos está usted.

--Sí. Esta novela al final es una polifonía. Ya te digo que para mí es muy importante el título y la arquitectura de la novela. Porque una novela se puede contar, como tú sabes, de muchas formas. La clave es conseguir la forma de contarla mejor. Podía haberla contado uno de los personajes o haberla contado yo como narrador omnisciente, o alguien que pasa por allí. Lo que yo he querido hacer es una especie de relato coral al modo de las tragedias griegas, donde salían los personajes con máscaras con la boca abocinada para que se oyera en el anfiteatro. Cada capítulo es el flujo de la conciencia de cada personaje. Esto ocurre en la vida real. Tú vas a un funeral. Todo el mundo está callado mientras tiran las cenizas o entierran al fallecido, y todo el mundo en silencio está divagando en su cabeza su relación con el fallecido, con los otros, consigo mismo. Cada uno está pensando lo mismo y todos piensan distinto. La suma de todas esas voces seguramente sea la mía, pero tampoco te lo digo muy convencido.

--Dice Teresa: "¡Qué extraña es esa querencia que muchas personas sienten por los lugares a los que pertenecen incluso cuando éstos han desaparecido!" ¿Tan extraña es esa querencia?

--A mí no me parece extraña, pero al personaje sí. Porque, claro,es una nieta ya. Lo que cuenta