El Barrio de San Bartolomé ha vivido este mes de agosto sus fiestas en honor del titular de la parroquia. Unas fiestas que han mantenido el sabor de siempre, aunque en esta ocasión las actividades organizadas no lo han estado por la popular asociación de vecinos del barrio, que después de décadas de vida, desaparecía por falta de relevo en sus órganos directivos. Afortunadamente, la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Rescatado Cristo de Medinaceli, con la colaboración del Ayuntamiento de Pozoblanco, ha tomado las riendas para que esta tradicional cita veraniega no desaparezca.

La fiesta comenzó el viernes 26 agosto con la popular quema del corcho en honor al Santo. Los vecinos se reunían en torno al corcho en llamas animándose unos a otros para saltar sobre el fuego. Una tradición que pasa de padres a hijos ya que los primeros se acercan al corcho con los más pequeños.

La fiesta continuó el sábado, 27 de agosto. A partir de las diez y media de la mañana los juegos populares se hicieron los reyes de la jornada, carreras de sacos, huevos o cintas fueron algunos de los divertidos juegos que animaron la jornada. A ellos se unieron otras actividades como pintacaras o globoflexia. La mañana terminó con una gran aparcería con paella gratis para todos los asistentes. La tarde siguió con un castillo hinchable.

El barrio se llenó de bullicio con la caída del sol. Al anochecer los asistentes pudieron disfrutar del arte de Raquel y Mónica, bailaoras de flamenco locales. La música del Coro Romero Voces de la Sierra y «Asómate a mi ritmo», Grupo Hermanos Rubio Vioque. Además se instaló una tómbola solidaria.

La música y la fiesta no dejó de sonar hasta entrada la madrugada. Los pozoalbenses y todos los visitantes que estos días pasan sus vacaciones en la localidad pudieron disfrutar de unas horas de convivencia en las que no faltaron los dulces tradicionales que siempre encontramos en estas fiestas.

DE ERMITA A PARROQUIA

La fiesta de San Bartolomé se vive en el barrio coronado por la que fuera la ermita más antigua de la ciudad, pero la parroquia más joven, convertida para tal fin en 1954. De hecho, esta circunstancia modificó ampliamente su fisonomía. Data del siglo XIV, su interior de una sola nave se compone de cinco arcos de granito ligeramente apuntados sobre pilares de la misma piedra. La primitiva ermita estaba orientada, como todas, con el altar hacia el este. Sin embargo, al ser convertida en parroquia, el primer párroco, Francisco de Paula Ruiz, señaló lo inapropiado de que una parroquia diera la espalda a su barrio. Ésa fue la razón por la que se procedió a girar la orientación de la iglesia.