El ‘día D’ para los 7.984 inscritos que recogieron ayer su doral ya había llegado. A pesar de la fría brisa matutina y los tímidos rayos de sol, el ambiente en las calles cordobesas ya presagiaba un día especial. Mientras muchos corredores calentaban, familiares, amigos y también curiosos se acercaban a la línea de salida. Y con tal concentración de gente, los camareros de las cafeterías saciaron sus ganas de participar en la Media Maratón para llegar lo más rápido posible a su meta: satisfacer a sus clientes con el mejor avituallamiento, ya fuera un café, un dulce o unas tostadas, y sobre todo con la mejor de las sonrisas.

Menos de 10 minutos para la salida y aquellas personas que animarían a sus corredores favoritos preparaban sus palmas o globos. Restan cinco minutos y el cosquilleo aumenta, en especial cuando la alcaldesa Isabel Ambrosio ya prepara la pistola que supondría el inicio de la prueba. La edil cordobesa aprieta el gatillo y como si se tratara de la compuerta de un embalse, un río de corredores comienza a avanzar y con él, el público presente anima entusiasmado a los participantes. Un apoyo imprescindible para potenciar el ánimo de los protagonistas.

Cientos de corredores cruzan el Puente Romano hacia la meta de la Puerta del Puente. FOTO: Manuel Murillo

Caen los kilómetros y las piernas empiezan a flaquear. Pero ahí está el público que nunca falla para incrementar las pulsaciones y recargar los músculos de los atletas. “¡Vamos, ya está hecho!”, “¡Ánimo, no pares!”, mensajes de personas que también aumentan su adrenalina cuando reciben el saludo de su familiar o amigo que está corriendo. La zona centro no cabía de emoción con el paso de los corredores.

Un impulso decisivo para poder alcanzar el puente del Arenal, puente que ya te indica que la recta final está ahí. Unos metros más adelante, en el Puente Romano la vista se alza hacia la Puerta del Puente. Los corredores la ven más bonita que nunca. El subidón de la entrada a meta y ver el tiempo empleado aumenta con el calor del insaciable público. Ese empuje incondicional que contribuye también a hacer de una sufrida carrera de 21 kilómetros, una experiencia inolvidable. Lástima que solo dure una hora, o dos, pero los corredores ya desean que llegue la 34ª Media Maratón con bocadillo y bebida isotónica en mano.