Toñi, una vecina de El Mohíno que ahora tiene 63 años, nos cuenta que cuando «era jovencilla, con 13 o 14 años, iba con unas amigas y se hundió el suelo y caímos en una cueva, era grande , estaba llena de tizne y de orzas». Ahora, Toñi sabe que cayó en el horno del alfar romano descubierto frente a su casa, en El Mohíno. Un alfar romano considerado el más grande del Valle del Guadalquivir.Los vecinos de El Mohíno no pueden esconder la ilusión que sienten al conocer una parte «tan importante de la historia de nuestra tierra». En este núcleo de población, los mayores hablaban de un tesoro, un tesoro oculto, una olla con monedas de oro. Tras el hallazgo científico afirman que «había un tesoro, pero cultural», y entonan que «¡ojalá que no lo tapen!». Estos vecinos son conscientes de la proyección de este descubrimiento histórico y del objetivo de esta investigación, dicen que «utilizaban como carburante de los hornos la leña de los olivos, quieren estudiar las variedades de olivo que se cultivaban en la zona». Casi a diario se han acercado a ver los trabajos del grupo de alumnos franceses y andaluces que han trabajado en la excavación y nos dicen que las ánforas construidas en el alfar se encuentran en una colina de Roma, señalan que «están los restos de estas ánforas, que estaban numeradas».

La tierra donde se encuentra el alfar romano de ocho hornos es tierra de labor. Los más jóvenes relatan que cuando han trabajado en estas parcelas, sembrados de pipa o maiz, no hacía falta «escarbar mucho, aparecián cosas, como restos de asas».

Entienden que muchas personas se han interesado por conocer este hallazgo, indican que «han venido hasta autobuses hasta El Mohíno».

Palma del Río es consciente de la presencia del pueblo romano. Está normalizado utilizar nombres como Saxoférreo, un sello de una alfarería en el Cerro de Belén; Coleopar Ceparia, que se encontraba junto al Genil, por el Pizón, o Decuma y Segida Augurina, o de una villa romana por el embalse del Judio.