Dejo que pase la avalancha de opiniones y disquisiciones sobre los sucesos de Cataluña y copio del libro El espíritu del olivo, primorosamente editado por la Diputación de Córdoba, esta frase del Corán: «Alá es la luz de los cielos y la tierra. Su luz es a semejanza de una hornacina en la que haya una candileja. La candileja está en un recipiente de vidrio que parece un astro rutilante. Se enciende gracias a un árbol bendito, el olivo, cuyo aceite casi reluce aunque no lo toque el fuego. Luz de luz». Pienso en el árbol de la paz, que no es el de los yihadistas pero sí el de los verdaderos creyentes musulmanes. Es vuestro olivo, nuestro olivo. Prefiero reflexionar, cuando finaliza este caluroso agosto, sobre el mes que se avecina; septiembre, el mes del otoño. José Antonio Muñoz Rojas, autor de Las cosas del campo, protagonista indispensable de El espíritu del olivo, escribe: «Todavía en agosto hay algo indefinible en el tacto del aire, algo en su olor como un primer soplo de otoño (…) En las últimas eras hay que dormir arropados, porque las noches, al alargarse se enfrían. (…) Ya cabe sentarse sin sombra y acechar en la tarde la salida de la luna sobre un campo que solo espera las primeras lluvias». Lo escribió en 1945 y el paso del tiempo ha despreciado sus palabras: «El corazón lo anticipa todo». El anticipo de los satélites meteorológicos no alude al corazón sino al anticiclón: sigue el buen tiempo. Un pronóstico que desconoce aquellas cosas del campo: «Sabe a lluvia que no va a tardar, a neblina primera, a sol pálido y el viento bate los últimos melonares».H

* Periodista