L a pregunta la formuló el escritor católico Paul Claudel, a los cristianos de su tiempo: «Y vosotros, los que véis, ¿qué habéis hecho de la luz?». Probablemente, la conducta de muchos de ellos --lejanía, incoherencia, falta de obras adecuadas a la fe--, golpeaba sus sentimientos. Me gusta recordar la interrogante en estas fechas, hoy, por ejemplo, cuando las viejas siglas inventadas por monseñor Angel Sagarmínaga, Domund, se colocan en el pedestal de la actualidad, en forma de llamada a la conciencia de la humanidad, para que nunca se quede con los brazos cruzados, guardando cada uno para sí, su luz, su pan, sus bienes, sus posibilidades, sus riquezas materiales o espirituales. Lo más profundo de la vida de la Iglesia es compartir el amor de Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Es anunciar en obras y palabras, a todos los hombres, especialmente a los más débiles y necesitados, a los más pobres, a los enfermos y pecadores, que son amados por Dios. Cada cristiano puede y debe hacer resonar hoy este anuncio gozoso, al que todos los hombres sin excepción están llamados: «¡Dios te ama, Cristo ha venido al mundo por ti, para ti Cristo es el camino, la verdad y la vida». En la carta del Papa Francisco para esta jornada, se nos recuerda que «la misión de la Iglesia no es la propagación de una idea religiosa, ni tampoco la propuesta de una ética sublime». Es, fundamentalmente, el anuncio claro, explícito y gozoso de Cristo muerto y resucitado. Como dijo también el Papa en su exhortación, «La alegría del Evangelio, su resurrección no es algo del pasado; entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable». Es la fuerza para ser valientes, audaces y comprometidos, --como señala el lema de este año: Sé valiente, la misión te espera--, que convierte la campaña en llamada urgente para construir un mundo mejor, por más humano y por más cristiano. La respuesta estará siempre de parte de «los que ven», de los que tienen en sus manos el poder de la luz, la fuerza de la fe, la clave de la esperanza.

*Sacerdote y periodista