Quizás los amantes de Verona podrían ayudarnos algo a poner orden a este galimatías de nombres que tanta confusión están causando en Cataluña y en España. El joven Romeo al pie de la ventana de su amada Julieta es un Montesco y ella una Capuleto. Y Julieta lo ve y suplicante, le dice: «Romeo.... rehúsa de nombre; o si no quieres, júrame tan sólo que me amas, y dejaré yo de ser una Capuleto ---y continua al ver al amado todavía dudando-- ¡Sólo tu nombre es mi enemigo! ¡Porque tú eres tú mismo, seas o no Montesco! No es ni mano, ni pie, ni brazo, ni rostro, ni parte alguna que pertenezca a un hombre- ¡Oh, sea otro nombre! ¿Qué hay en un nombre? ¡Lo que llamamos rosa exhalaría el mismo grado de perfume con cualquier otra denominación! De igual modo, Romeo, aunque Romeo no se llamara, conservaría sin este título las raras perfecciones que atesora! ¡Romeo, rechaza tu nombre; y a cambio de ese nombre, que no forma parte de ti, tómame a mi toda entera!»--.

Cataluña seguirá siendo lo que es, con sus muchas virtudes y defectos, se llame o no nación, y España seguirá siendo España también con sus virtudes y defectos sea uni --o pluri-- nacional. ¿Qué es, al fin y al cabo una nación? Pocos conceptos han sido tan controvertidos entre sociólogos y politólogos como el de nación, y sus derivados, nacionalidad y nacionalismo. Se pregunta insistentemente: ¿es Cataluña una nación, una nacionalidad o un mero sentimiento nacionalista? Y cada uno da su propia definición según sus intereses políticos, económicos y culturales. Originariamente nación se entendió como un concepto puramente cultural: un grupo humano unido por múltiples vínculos culturales compartidos, unos básicos, como espacio geográfico, lengua, religión, etnia, y otros derivados, como vestimenta, música, danza, gastronomía, costumbres, mitos y leyendas, etc. que dan una cierta homogeneidad a la colectividad que los posee y que la distingue de los «otros». En el concepto original de nación no tiene porque haber ningún sentimiento de superioridad o inferioridad, hay solo un mero sentimiento de diferenciación.

Nacionalidad, como lo define la Real Academia Española de la Lengua: «es la condición y carácter particular de los pueblos e individuos pertenecientes a una nación», de lo que se sigue, lógicamente, que si hay múltiples nacionalidades, habrá múltiples naciones. Y aquí se plantea el problema del art. 2 de nuestra Constitución que proclama la «indisoluble unidad de de la Nación española» y al mismo tiempo reconoce «el derecho a la autonomía de las nacionalidades».

La causa de esta confusión está en la identificación del concepto político, Estado, y el puramente cultural, Nación. El sociólogo Salvador Giner define nación como «un ente político, cultural y colectivo», mientras que otro sociólogo, R. M. Maciver, guarda el elemento cultural para la nación, y el político exclusivamente para el Estado al que define como: una entidad abstracta centrada sobre un área geográfica específica, cuyas fronteras son reconocidas internacionalmente, con una organización jerárquica con cierto poder coercitivo que por medio de unas normas de conducta obligatorias mantiene la cohesión del grupo y hace posible su pacífica convivencia. Con esta clara distinción entre Nación como ente cultural, y Estado como realidad política, no hay ninguna dificultad que en una única organización estatal coexistan distintos grupos culturales-nacionales, y, de hecho, la inmensa mayoría de los Estados modernos fueron y singuen siendo pluriculturales, como Reino Unido, Rusia, la India, Suiza, Bélgica, EEUU, y también España, en los que el ciudadano se siente por igual, miembro de una macro Nación política o (Estado) y una micro nación cultural. Se es simultaneamente, español, catalán y europeo.

En sus orígenes, el sentimiento de nación precedió al de Estado, y todavía hoy hay naciones que no son Estado, por ejemplo, los saharauis o los palestinos. En los últimos siglos, sin embargo, empezaron a aparecer Estados que buscaban su fundamentación en una cultura nacional determinada para levantar sobre ella el puro Estado Nacional, así los nazis se apoyaron en la llamada cultura aria, y hoy Israel se fundamente en la cultura judía, y el pretendido nuevo Califato árabe en la cultura islámica. De esta falsa identificación del Estado con una única nación nace el cáncer del nacionalismo excluyente que se está extendiendo dentro y fuera de Europa. Cualquier Estado, incluida España, que pretenda seguir creciendo y desarrollándose, necesita recibir continuamente la savia de nuevas nacionalidades hasta convertirse en un Estado plurinacional.

¡Ojalá! que España y Cataluña pudiesen seguir el ejemplo de los amantes de Verona, cuando Julieta suplica a su amante: «¡Romeo rechaza tu nombre; y a cambio de este nombre, que no forma parte de ti, tómame a mí toda entera», y Romeo le contesta: «Te tomo la palabra. Llámame sólo «amor mío» y seré nuevamente bautizado» .

* Profesor