El Sánchez del PSOE vuelve de las brumas del silencio de las estatuas en el que se había mantenido. Algunos llegamos a ofrecerle el beneficio de la duda. Teniendo en cuenta que era tan evidente que su actitud intransigente y a su animadversión personal hacia Rajoy le estaba generando una imagen más de activista que de político; y esto lo estaba alejando de lo que se supone que debe ser un secretario general de un partido como el PSOE, esto es, un hombre de Estado. Pero siento decirlo, Sánchez nunca ha sido un hombre de Estado como Felipe González, Alfonso Guerra o Rubalcaba por poner unos ejemplos ilustrativos. Pero es que ni siquiera es un político. Ser político no es pertenecer a un partido político y que te voten. La política es el arte de gobernar, y el arte es equilibrio, y el equilibrio de la política se expresa en progreso, en compromiso con los intereses de los ciudadanos. Y hablar de intereses ciudadanos no es solo plantear políticas propias, sino colaborar, participar, apoyar, comprometerse por el bien absoluto de los intereses de, en este caso, nuestro país. Y esos intereses, entre otros, son ahora los presupuestos del Estado que a Rajoy le toca plantear, presentar y negociar con las distintas fuerzas políticas para promover lo que nos interesa a todos: el progreso y bienestar de los españoles. Pero Sánchez ya se ha posicionado como buen activista de medio pelo: de entrada no habla de negociar los presupuestos, algo que por otra parte haría un hombre de Estado que se preocupa por el bienestar de sus conciudadanos; lo único que se le ocurre, o que le preocupa de una manera neurótica, es echar a Rajoy de la presidencia del Gobierno. Muerto el perro se acabó la rabia. Y un servidor se pregunta. ¿Acaso Rajoy es un perro rabioso como quiere vendérnoslo Sánchez? Creo que los resultados económicos y sociales de las políticas de Rajoy, incluido el esperpento catalán no demuestran eso. Sánchez ha vuelto. Nada nuevo bajo el sol.

* Mediador y coach