Se acaba el verano, piensa él mientras recorre las mismas calles de todos los días del año. Se acaba, vuelve a repetirse, aunque él no siente que nada termine, porque nada comenzó. No llegaron las vacaciones. Del mismo modo que no llega el empleo. Las estaciones, los meses en el calendario, el tiempo se torna extraño cuando una alarma por la mañana no anuncia la ducha rápida, el café y los minutos justos para llegar al trabajo.

Recorre las calles, pero una burbuja imperceptible le aísla del resto de pasos que sí tienen un lugar al que dirigirse. Observa a esa mujer que avanza con la mirada clavada en la pantalla de su móvil, quizá ya está adelantando trabajo. Contempla esos dos hombres que se estrechan la mano, tal vez han cerrado un trato. Todos parecen tener algo que hacer. Y él cada vez se siente más lejos. Separado por una membrana transparente que nadie ve. Encerrado en su propio mundo de esperanzas y decepciones.

Se acaba el verano, piensa mientras repasa los titulares del diario. Los políticos volverán a acaparar las noticias con el nuevo curso. Las declaraciones altisonantes se alternarán con críticas feroces al contrincante y arengas destinadas a captar votos o a ocultar las vergüenzas. De cuando en cuando, las cifras del paro se utilizarán como arma arrojadiza. El ya no se dará por aludido. Siente que nadie se preocupa por sus pasos cansados. Simplemente seguirá caminando, tratando de avanzar. Soñando con poder volver.

* Periodista