Al hilo de los atentados de París, se ha hablado todavía poco sobre una de sus consecuencias: la autodesaparición del intelectual Michel Houellebecq con el fin de protegerse, y la suspensión de la promoción de su novela Sumisión . Houellebecq, reconocido agnóstico (como se definió en el periódico La Nación de Buenos Aires este pasado domingo) es un crítico duro y mordaz del islam, incluso fue juzgado en octubre de 2002 en París tras ser denunciado por algunas asociaciones islámicas y de derechos humanos por injuria racial e incitación al odio religioso. Houellebecq había afirmado que "la religión más idiota del mundo es el Islam, cuando lees el Corán se te cae el alma a los pies". Pero fue absuelto porque el juez sentenció que en un estado laico la crítica a la religión es lícita, e incluso el propio fiscal argumentó que la religión musulmana no es un atributo racial y que por lo tanto criticarla no supone ningún tipo de racismo. Estas cosas quizás sean difíciles de entender fuera de Francia, donde siempre se ha hecho del republicanismo su escala de valores irrenunciable y del laicismo una bandera innegociable. Precisamente, lo que más me ha gustado de la manifestación de París el domingo son dos cosas: su propio nombre, Manifestation républicaine , y su absoluta desconexión con cualquier crítica al islam o al islamismo, habiéndose centrado en lo que sabemos: defensa de la libertad, de la libertad de expresión, de la convivencia, la tolerancia y los valores republicanos. Unos valores en franco peligro si un intelectual --aun polémico-- como Houellebecq teme por su vida.

* Profesor