El día que la eurodiputada británica Julie Girling se puso estupenda, Europa se fue un poquito más al guano. Estamos tan convencidos de que los políticos españoles son los más zotes del mundo, que el bosque del norte no nos deja ver los árboles de cenutrios que pululan por las instituciones europeas. Y cenutrias. Cuando algunos defendimos el premio Nobel a la UE por haber logrado que sus miembros dejen de darse mamporros en los últimos 60 años, algunos nos salieron con algo que no tenía nada que ver con el dichoso razonamiento para el premio: lo malísima, opresora, etc., que es Europa. Pero la bodoque, bodoca o bodoquesa eurodiputadda británica, ella solita, se ha cargado cualquier argumento en favor de nuestra común madrastra y ha dejado con la bunda -que dirían los brasileños- al aire a las instituciones europeas. Porque valerse de su sillón allí para solicitar el boicot turístico contra uno de sus miembros (España) por culpa de una colonia anacrónica en la propia Europa (Gibraltar: Yibrolta en su lengua oficial, o Hibrartá en la oficiosa), que es precisamente la que la UE debería hacer desaparecer, no viene a demostrar sino que las instituciones continentales son -en lenguaje dadaísta- un auténtica caca. Luego vendrán los del "volvemos Europa" y los otros a pedirnos de nuevo el voto para seguir enviando mendrugos -burros los define un juez cordobés- a los escaños europeos, pero ya no cuela. Lo que tenía que hacer la UE es pensar para qué sirve. Y darle la jubilación a la Girling. Y a Durao Barroso, que el hombre lleva mucho.