Los inicios históricos de la cristianización de la península ibérica contienen dos referencias importantes a la presencia en el suelo de la península de dos personas estrechamente vinculadas a Jesús de Nazaret: María, su madre; y el apóstol Santiago. Según se dice, Santiago vino a este extremo occidental del imperio romano a predicar el evangelio, y actualmente está enterrado en Compostela. Durante su estancia en este país recibió la visita de María. Todavía vivía María, supuestamente en casa de Juan, cuando se trasladó milagrosamente desde Palestina hasta Hispania, para reconfortar a Santiago en las dificultades y tropiezos de su tarea. Tal encuentro tiene lugar a orillas del Ebro, en el emplazamiento de la actual ciudad de Zaragoza. Esto es lo que se refiere como historia de estos dos importantes santuarios, el de Santiago de Compostela en Galicia; y el del Pilar, en Aragón.

El análisis histórico no confirma estas tradiciones. El hecho de que multitudes de personas han peregrinado a estos sitios buscando una experiencia interior de lo sobrenatural, es cierto; y eso es lo importante de ambos santuarios. Los hechos a que se hace referencia, la presencia física de María de Nazaret y de Santiago en la península ibérica, son bastante oscuros, por no decir inexistentes.

Santiago consta que murió en Jerusalén, ejecutado por orden de Herodes Agripa I. Este Herodes era nieto de Herodes el Grande (el de los inocentes), y sobrino de Herodes Antipas (el que mandó matar a Juan Bautista y tomó parte en el jucio y ejecución de Jesús de Nazaret). Santiago fue el primero de los Apóstoles en encontrar la muerte (Hech 12 2), se estima que hacia el año 44. Para esa fecha ni siquiera se había producido la primera expedición de Pablo a Chipre y Asia Menor, la actual Turquía. Esta expedición no tiene lugar hasta un año después de la muerte de Santiago, el año 45. Este viaje de Pablo fue enormemente discutido entre los mismos apóstoles, dio lugar a reuniones y deliberaciones sobre el sentido de estas salidas al extranjero y a la difusión del mensaje de Jesús a los no judíos (Hech 15). Las opiniones no fueron unánimes. Por el contrario, se produjeron choques entre los mismos apóstoles, porque más de uno consideraba que no era procedente lo que Pablo había hecho en Chipre y Asia Menor. El mismo Pedro tuvo una actitud vacilante en toda esta discusión (Hech 11 2 3, Gal 2 11). Cuando ocurren todos estos sucesos en la comunidad de Jerusalén, hace ya más de un año que Santiago había muerto a manos de Herodes Agripa I. No tiene ninguna verosimilitud histórica imaginar un desplazamiento suyo al otro extremo del mundo conocido. Tal viaje se tendría que haber realizado en los 14 años que median entre la muerte de Jesús (año 30) y la suya propia (año 44). De tal viaje no hay referencia histórica ninguna; por el contrario, la historia de las vicisitudes de la Iglesia de Jerusalén en esa etapa la hacen totalmente impensable. Esto es lo que en medio de las oscuridades de la historia antigua podemos entrever sobre la identidad del personaje que yace sepultado en Compostela.

Respecto del segundo acontecimiento, la venida en vida de María, la madre de Jesús, a consolar a Santiago en sus tribulaciones, si empezamos porque Santiago no vino a España, está fuera de lugar. En cambio lo que sí es cierto es que, con ocasión de la dominación musulmana en la península ibérica, muchos santuarios visigodos cristianos fueron transformados en mezquitas, y que las imágenes fueron escondidas para salvarlas de la destrucción. Más tarde, a medida que los cristianos del norte avanzaban las fronteras hacia el sur, se fueron encontrando las imágenes antiguas, ya sea por la memoria histórica de su escondite, ya sea por hallazgos casuales. En cualquier caso, tales imágenes fueron objeto de devoción popular. Este es el origen histórico de muchos santuarios marianos de España.

Lo realmente importante del santuario de Compostela, del camino de Santiago, y del santuario del Pilar, no es precisamente el origen milagroso que la tradición, la leyenda, o la piedad les ha atribuido. Lo significativo es que en esos puntos del territorio se ha concentrado durante siglos una enorme multitud de personas, que han vivido colectivamente su fe. El santuario de Compostela y el santuario del Pilar, sea cual sea su origen, han constituido por generaciones lugares geográficos de experiencias y vivencias religiosas. Este es su auténtico valor.

* Profesor jesuita