Revienta el ánimo saber que el lema «Hoy follo, mañana a juicio» se estampa en camisetas para fiestas universitarias. Ha sido en Valencia, en un botellón multitudinario con 25.000 entradas organizado por una empresa privada. Lo reproduzco porque aquí no hay lugar para el humor, ni siquiera para una media sonrisa intergeneracional, ni para el pasotismo, ni para la indolencia. Aquí estamos asistiendo a una apología pública de la violación, convertida en motivo popular de chanza colectiva. «Hoy follo, mañana a juicio». Y una foto en la red del grupo de amiguetes, con sus cubalitros en la mano, enlazados por los hombros, posando para la posteridad de la idiotez, la crueldad física y la hediondez moral. ¿Por qué van a ir a juicio «mañana», si no es por haber mantenido relaciones sexuales sin el consentimiento de sus víctimas? Pues así estuvo la fiesta valenciana, con sus buenas paellas y sus facultades representadas por sus camisetas, como es el caso de Medicina ---«Médico de buena fama, mejor aún en la cama»--, Odontología -«Si te pillo, te cepillo»- o Ingeniería Aeroespacial -«En tu ojete, mi cohete»-, un grado de la Politécnica de Valencia, convirtiendo a la mujer no ya en objeto de la sexualidad pública, que también, sino en trabajadora sexual, en una prostituta al alcance de todos: «Si quieres trabajo, cómeme lo de abajo», se podía leer en otra camiseta. O sea: todas las chavalas universitarias que estudian en Valencia, según los hacedores de los lemas de estas camisetas, cuando acaben sus licenciaturas, o antes, tendrán que hincar rodilla en tierra para poder acceder a cualquier puesto de trabajo.

No nos engañemos: el mensaje está ahí. Como broma, no tiene ni la más mínima gracia. Es más: produce asco. Pero es que, en el fondo, no creo que sea una broma: late aquí una conciencia masculina opresora, de falsos predadores en la sombra, de bestias al acecho, que sólo son cobardes alentados desde la oscuridad, en sus grupos de acción, y confunden el deseo con la violencia, el abuso, el horror. Porque es en el horror donde viven miles de mujeres en el mundo. No olvidemos el total de 22 años y 10 meses de prisión que el Ministerio Fiscal ha pedido para cada uno de los cinco acusados por la violación grupal de una muchacha durante los pasados Sanfermines. Recordamos los hechos: dos de los presuntos violadores cogieron a la chica por los brazos, la encerraron en un portal «tapándole la boca y diciéndole que se callara y no gritara», la rodearon entre cinco, la desnudaron y la violaron entre todos «valiéndose de su superioridad física y numérica» y de la «imposibilidad» de la muchacha para «ejercer la más mínima resistencia». Felaciones, penetraciones orales y vaginales. Mientras, dos de ellos lo grabaron y lo colgaron en un chat: «Follándonos a una entre los cinco. Todo lo que cuente es poco. Puta pasada de viaje». ‘La Manada’, se llamaban a sí mismos. Como si fueran lobos. Como si hubiera algo de valiente o meritorio, y no de asco profundo. Pero no son los únicos. Recordemos el caso terrible de una chica de 17 años víctima de una violación múltiple en Brasil, por más de 30 hombres, con vídeo en Twitter incluido. O los cuatro condenados a muerte en la India por la violación y tortura en 2012 de otra chica, tras salir de un cine en Nueva Delhi, que murió 13 días después por sus heridas.

Así que estos hijos de puta de las camisetas, los que las hacen y los que se las ponen, se merecen ser perseguidos y juzgados por apología de la violación. Porque en caso contrario, se está contribuyendo a la normalización de la violación, a la popularización de las agresiones sexuales al final de la fiesta. El Ayuntamiento de Valencia --una coalición formada por el PSOE, Compromis y València en Comú-- rechaza el mensaje, pero nada más, porque «Es una fiesta privada». O sea, que si finalmente cumplen su propósito, tampoco habrá que molestarse, porque «es una fiesta privada». La Conselleria de Igualdad y Políticas Inclusivas sí va a investigar el asunto de las camisetas, de sus lemas sonoros, y no debe resultar difícil dar con los culpables. Esto no tiene nada que ver con la masculinidad, la fiesta, el humor vulgar o la libertad de expresión, y parece mentira que todavía tengamos que explicarlo. Tiene que ver sólo con un crimen terrible, su banalización y la triple agresión que constituye el hecho, su divulgación y su burla. Y encima, la peor frase de todas, esa de «Mañana a juicio», estaba estampada sobre las camisetas de los estudiantes de Derecho.

* Escritor