Navidad, Navidad, dulce Navidad...". Los villancicos son cantos que se entonan en el tiempo de Navidad para celebrar el Nacimiento de Jesús, la Gran Noticia, que divide la historia en dos mitades: antes y después de Cristo. Los villancicos surgen en la edad Media y se mantienen en recuerdo de los muchos profetas que anunciaban al Salvador. La gente de la villa, los villanos, fueron los que adoptaron los antiguos himnos y cantos en latín con los que la Iglesia recordaba la llegada de Jesús, transformándolos en dulces canciones. Son esas canciones que, en honor de sus autores, hoy se conocen con el nombre de villancicos. Tienen una estructura melódica y armónica sencilla y, normalmente, suelen estar interpretados en las voces de coros de niños y niñas. En cada una de las letras se esconde un "pequeño mensaje", que nos ayuda, desde muy temprana edad, a vivir con alegría y con profundo gozo el Nacimiento del Niño Jesús, en medio del caminar sencillo de nuestras vidas. San Agustín nos dice que "cantar es propio de quien ama". Así, a lo largo de los siglos, el canto se ha convertido siempre en una nueva melodía de amor y alegría, un canto de los que aman. Cuando cantamos nuestros queridos y entrañables villancicos, en el fondo, estamos rezando con verdadera devoción, porque sus letras constituyen una bellísima expresión de alabanza y de adoración al "Dios con nosotros". "Noche de Dios, noche de paz, claro el sol brilla ya y los ángeles cantando están: Gloria a Dios, gloria al Dios celestial. Duerme el Niño Jesús...", es uno de los villancicos más tiernos, entonado en todos los lugares del mundo. O este otro: "En el portal de Belén hay estrellas, sol y luna; la Virgen y san José y el Niño que está en cuna... Ande, ande, ande... que es la Nochebuena". Ojalá cada villancico se derrame en por el mundo como un abrazo tierno de paz fraterna y luminosa.

* Sacerdote y periodista