Marcado en rojo en la agenda de la ciudad, esa misma que reclama su memoria histórica, llega hoy el día dedicado en el devocionario popular a Jesús Rescatado, como en tantos otros lugares de nuestra geografía. Sin ser convocados por las redes sociales, ni al socaire de subvenciones ni concentrados para reivindicar contra nadie, un trasiego incesante de fieles acudirá a la parroquia trinitaria para postrarse cara a cara ante la imagen que la gubia de Fernando Díaz de Pacheco tallara en 1713, con la súplica por la salud o el trabajo, con el ruego por los hijos o las gracias por tantos bienes y dones recibidos.

Tiene relevancia dicho acontecimiento, que sirve de hito en el largo camino cuaresmal, pórtico de la Semana Santa, para subrayar el sentido trascendente de nuestra existencia en unos tiempos de pragmatismo e hiperrealismo donde no se cree aquello que no se verifica científicamente, en tiempos de belicosa desacralización en todos los ámbitos donde lo religioso se mira con suspicacia desde el relativismo y el materialismo reinante, en tiempos de hedonismo donde nos repudia la imagen de un cautivo ensangrentado que nos parece un perdedor al que no queremos entender, en tiempos de lo políticamente correcto y cálculo de rentabilidades donde la fe queda relegada a tiempos pretéritos.

Afloran las vivencias y los recuerdos, bruñidos por la tradición y vestidos con la pátina del tiempo. Evocaciones de nuestra infancia, en que acudía de la mano de mis mayores desde el mercado del Marrubial con una ofrenda sencilla a tocar la túnica y besar los pies de la bendita imagen del Ecce Homo. Hoy no es un viernes cualquiera, sino una invitación a mirar nuestras raíces más íntimas, a reflexionar sobre nuestras convicciones más profundas y nuestras esperanzas últimas, que no vienen de la mano del último líder del partido, ni de los datos macroeconómicos, ni de la inteligencia artificial, de las neoreligiones deportivas o el placer exprés. Desde el silencio de su capilla, desde la ternura de su mirada, desde el cordel que aprisiona sus manos, desde la coherencia y la verdad, otro modelo se ofrece ante miles de personas de toda condición y clase que llevan siglos buscando el cobijo y el amparo que necesitan, la serenidad de la que carecen, la complicidad que anhelan, la ilusión y la fuerza con la que conducirse por un mundo tantas veces inhóspito y lleno de trampas.

Hoy no es un viernes cualquiera. Una invitación discreta, elegante, respetuosa, íntima, emplaza nuestros surcos interiores y los pliegues de nuestra existencia. No te la pierdas. No te costará nada; puede que halles algunas respuestas y quizás encuentres una versión tuya distinta, un espejo en el que antes nunca te habías visto.

* Abogado y mediador