Los medios de comunicación airean las estimaciones de escaños de cuatro formaciones políticas que ofrecen sus programas a nivel nacional y una quinta que aflora profunda pérdida de bancos en el Congreso de los Diputados. A los comentaristas les preocupa establecer si esas distinciones son verdaderas, es decir, si las diferencias entre Podemos e Izquierda Unida pueden razonablemente atribuirse a sus peculiares atributos o si no existen singularidades entre populares y los de Ciudadanos. Algunos otros señalan que las diferencias entre ellos son simplemente de veteranía y edad. Andan desorientados con la particularidad de los socialistas pues a nivel municipal y regional han aupado al poder a la izquierda radical con tal de tener poder tras el trueque de mercancías.

Después de este periodo repleto de tribulaciones y calamidades nacen los salvadores de "podemos y ciudadanos" junto a la cara joven del socialista, que no del socialismo. El de Podemos se asemeja a ese mesías que nace en hogar oscuro, ungido por el profeta Monedero para instaurar el nuevo marxismo bolivariano en España. El socialista se nos presenta como nuevo monarca que desea volver a gobernar el territorio, antes ocupado por González y Zapatero. El de Ciudadanos se parece al profeta que movilizó los corazones de sus compatriotas con el fin de restaurar la unidad de España, deseando entrar en Madrid no montado en un asno sino llevado en loor de multitud. El de los "peperos" es como sumo sacerdote, siervo que ha sufrido y sufre para sacar al pueblo de la quiebra y de la recesión.

Ninguno de ellos hará milagros ni podrá conducir a sus fieles sobrevivientes a una victoria definitiva y final. El socialista pretenderá reunir a las tribus dispersas a su izquierda para reinar pacíficamente durante el próximo decenio como hiciera González con el fin de hacer de España una nación próspera sin parangón. El derechista solo podrá pastorear su tribu y quizás la de "ciudadanos" y si lo logra intentarán ambos purificar sus propias finalidades como predicadores de la penitencia que todavía nos queda por cumplir. Sánchez quiere ser el encargado de realizar el cielo en la tierra y Rajoy desea liberar a los españoles del infierno. Rivera desea mantener la paz nacional, reformar el calendario y la ley electoral, revisar el canon constitucional autonómico y limpiar al pueblo del pecado de la corrupción. Los competidores ven en Rajoy a un hombre feo, chivo expiatorio de desgracias sobrevenidas, despreciado, pecador sentenciado a una muerte política, falta de honor, mudo ante sus acusadores, pero que quizás sea recompensado con la victoria. Otros ven a Rajoy como siervo que sufre, profeta rechazado que saldrá victorioso.

Hasta hace muy poco de Rivera apenas se sabía de su existencia, ignorante de su propia identidad política guardó su secreto hasta que fue catapultado desde Cataluña, como fabricante del arca de Noé que salvaría a España del naufragio. Dicen que cosechó porque sembró, porque sembró cuando cosechó.

Sánchez e Iglesias son maestros apasionados que no pueden enseñar desde su apasionamiento en tanto que Rivera es niño inteligente que quiere aprender. Rajoy sabe escuchar y por eso avanza en sabiduría. Sánchez se exhibe ante una España asombrada como precursor para despejar el camino, predica la salvación y quiere ser como el alba que despeja las tinieblas de la noche, promete el oro, eximirá del pecado y conducirá nuestros pies tras su luz al paraíso. Algunos creen que estas próximas elecciones son bienaventuranzas pero la mayoría está confundida ante tanta incertidumbre.

* Grupo de opinión