Hace la friolera de 74 años, en 1944, un cronista de Córdoba, José María Rey Díaz, a quien ahora los idus de marzo municipales capitalinos le quieren arrebatar el merecido honor del rótulo de su calle a él dedicada, estuvo en Priego y escribió para el CÓRDOBA un apasionado artículo titulado «Lo que vimos el Domingo de Jesús».

Aprovechando la ocasión de celebrarse el Año Jubilar Nazareno, concedido por el Santo Padre con motivo de cumplirse el 425 aniversario de la fundación de la primitiva cofradía, he formado parte el 27 de mayo pasado de lo que ahora eufemísticamente se llama «ciudadanía» y me he empapado, a punto lo he estado por la adversa climatología, de las fiestas que se han celebrado para conmemorar la efemérides.

La iglesia de San Francisco, que es la sede canónica de la denominada hoy «Pontificia y Real Archicofradía y Hermandad Sacramental de Nuestro Padre Jesús Nazareno, María Santísima de los Dolores Nazarena y San Juan Evangelista» rezumaba por los cuatro costados esencias franciscanas. Su retablo mayor, bellamente engalanado para el septenario en su honor con un exorno floral que ocultaba la arquitectura de la portentosa máquina artística tras de ella, presentaba en el centro de la tramoya efímera del escenario -excelente faena de Antonio Bermúdez- la bendita imagen de Jesús Nazareno «tan devota -dijo ya en el siglo XVII el cronista fray Alonso de Torres- que no la ve criatura que no se aficione a su belleza». Y a los pies del retablo el altar mayor, cátedra religiosa por la que han pasado en la semana que ha precedido al domingo, tres vicarios generales, dos obispos y dos arzobispos, y entre estos monseñor Asenjo, metropolitano de Sevilla. En 1944 --eran otros tiempos-- solo predicó el magistral de Zamora.

Unas breves palabras sobre la alocución pronunciada el último día del septenario. Se celebraba el domingo la festividad religiosa de la Santísima Trinidad, pero también el día culmen de la tradicional fiesta del voto. Ninguna referencia al dato histórico inexcusable e ineludible (cada vez más la causa es olvidada), pero sí a la actual crisis de valores y a la crucial situación por la que atraviesa la Patria acosada por el independentismo y la anunciada moción de censura gubernamental. Estoy seguro que la imagen nazarena oirá la voz del pastor, que a su vez es la de todo un pueblo, para conducirla por un sendero en el que se vislumbre la mejor solución para el peor momento. El aria de Jesús Nazareno cantada por el tenor Carmona y la misa de la Coronación de Mozart, a cargo de la Coral Santa María de la Victoria y la Orquesta Promúsica de Málaga, embriagaron las bóvedas barrocas desparramando su melifluo néctar musical sobre la multitud que abarrotaba la iglesia e invadía el aledaño Compás.

Por la tarde, la grandiosa salida procesional extraordinaria con las sagradas imágenes titulares escoltadas por la Policía local, --la de los Dolores estrenaba saya bordada por José Luis Sánchez--, y la del Nazareno con sus áureas andas nuevas. Espectacular cortejo. Velas, centenares de mantillas, estandartes, guiones y banderas de las representaciones de las hermandades locales y de otras foráneas, portando sus varas de mando y emblemas como testigos de su identidad. El color, la luz y el sonido se hicieron presentes a lo largo y ancho de su recorrido, con nubes de pétalos que alejaron las que amenazaban lluvia. Rimbombante la participación de la banda de música de Nuestra Señora de la Esperanza de Córdoba. Ostentosa la banda de cornetas y tambores de la hermandad Fe y Consuelo de Martos. Pomposa la de la agrupación musical de las Angustias de Alcalá la Real, en simbiosis con la de los Turutas de Priego. Y soberbia y sublime la Legión, venida a Priego gracias a las gestiones de Salvador Paz, con efectivos de Almería y de Ronda. Su marcialidad y pundonor hicieron estremecer al público que presenció el desfile hasta el cierre de la procesión, rondando la una de la madrugada, entre incesantes vivas a Jesús Nazareno, el Rey de Priego, que es como decir el patrono de la ciudad por aclamación popular. En 1944 se produjo la sanación de D. Elías Arboledas, acuciado de un gravísimo mal, por virtud de la foto que un amigo suyo colocó en el manto de Jesús, escribí en mi Historia de la hermandad escrita en 1993, al cumplirse el cuarto centenario de la fundación. El milagro este año ha sido procesionar a Jesús sus costaleros con señorío, hipnotizada el alma de la ciudad por la mirada dulce y atrayente de su Nazareno, sin que cayera gota.

Esto fue lo que vi y oí en Priego en mayo el Domingo de Jesús. Imborrable.

* Real Academia de Córdoba