Muchos fueron los héroes que hicieron posible el rescate de los doce niños atrapados en la cueva de Tailandia, uno de ellos hasta dio su vida en el esfuerzo al haber compartido el limitado oxigeno que traía con algunos de los niños atrapados, pero sin duda, el verdadero héroe fue el monitor Ekkapol Chandawong, de 25 años, que supo mantener la esperanza de los niños durante toda su estancia en la estrecha cueva, en la oscuridad, en el más absoluto silencio alejados de los ruidos de sus vidas cotidianas, sin alimentos ni agua y con un oxígeno cada vez más escaso. Y ¿quién era este Ekkapol?, un huérfano emigrante apátrida llegado de la vecina Myanmar que había asimilado las doctrinas budista siendo monje por algún tiempo antes de dedicarse plenamente a ayudar a otros niños desfavorecidos de la sociedad tailandesa. Y fueron las enseñanzas de Buda el instrumento que utilizó para evitar lo que hubiese sido lo natural: el miedo, el pánico y hasta la desesperación de unos niños en tales terribles circunstancias.

Les enseñó a relajarse, olvidándose del exterior y concentrando sus pensamientos en sí mismos, explicándoles, en un lenguaje que los niños pudiesen entender, las Cuatro Nobles Verdades enseñadas por Buda, y el Noble Óctuple Sendero, es decir, los ocho pasos para alcanzar la liberación interior y la exterior, saliendo sanos y salvos de la cueva.

1. La Verdad del sufrimiento. El monitor no los engañó ofreciéndoles falsas esperanzas. Les planteó la realidad con toda su dureza y los muchachos comprendieron esta verdad porque ya habían experimentado este sufrimiento en sus propias carnes: exilio, pobreza, falta de todas aquellas comodidades materiales y corporales que disfrutan y debilitan tanto a los niños de los países ricos.

2. La Verdad del origen del sufrimiento. El monitor tampoco engañó a los niños culpando de su situación a otros, eran ellos, y él mismo, los que la habían creado con su desordenado deseo de curiosidad y aventura, lo que les hizo cometer la imprudencia de penetrar demasiado en la cueva

3. La Verdad de que el sufrimiento puede cesar. No estaban pues condenados a la desesperación, les enseño el monitor, creyendo que su terrible situación no tenía ninguna solución, siendo condenados inevitablemente a una terrible muerte en soledad. Esta era la nota de esperanza que el grupo de niños más necesitaba. Su situación angustiosa no era necesariamente inevitable. Podía haber un camino para salir de la cueva

4. La Verdad sobre el sendero a seguir para salir del sufrimiento. Era la parte más práctica de su enseñanza. Nada menos que ocho eran las cosas que iban a practicar en grupo: a) Recto entendimiento: que todos juntos comentasen su situación actual para entenderla, b) Recto pensamiento: que el grupo intentase sacar conclusiones compartidas, c) Recto lenguaje: que hablasen entre ellos como verdaderos compañeros, sin peleas, celos ni envidias, d) Recta acción: que todos se ayudasen mutuamente, evitando todo egoísmo, e) Recta vida: que se comportasen como verdaderos amigos, evitando hacer nada que pudiese molestar a los otros, f) Recto esfuerzo: animándolos a no desfallecer y seguir esforzándose para vencer en grupo las dificultades g) Recta atención: el monitor insistió en que todo lo que hiciesen fuese pensando en el bien no suyo sino del grupo entero, h) Recta concentración: probablemente, el monitor les animó a concentrar sus pensamientos en estas verdades y senderos de liberación, meditando sobre ellos.

Todo este plan de conducta debía estar basado en tres pilares: que sean sabios, evitando cualquier reacción que ponga en peligro al grupo, buscando por su cuenta, por ejemplo, alguna solución para salir de la cueva; que controlen sus pensamientos, evitando los pensamientos negativos que les pudiesen entristecer y llevar al pesimismo, y tercero, lo más importante, que sean buenos, actuando en equipo como un solo sujeto, ayudándose mutuamente, como lo hacían siempre al jugar a futbol.

Seguro que el monitor, en la terrible situación en que se encontraban, no expresó todas estas ideas de forma tan detallada y organizada como aquí se han expuesto, pero como buen y convencido budista, estas eran las ideas y creencias religiosas que le inspiraban y daban sentido a su vida, mostrando una vez más, que la religión, sea cual sea su denominación y conjunto de creencias concretas, la mera apertura del hombre a lo inmaterial y trascendente crea una fuerza interior en el hombre que le hace capaz de hacer frente a las más dolorosas y aparentemente insolubles realidades de la vida.

* Profesor