Un joven periodista cordobés publicó en 1937 dos poemas en los que exaltaba la «nueva era» que se iniciaba con el franquismo. Uno de ellos lo tituló Un caudillo y decía así: «Franco, el héroe inmortal que con su espada/señaló a España la ideal victoria;/suya es la gesta que tan grande gloria/dio a la Patria por él tan bien amada./Sonó su augusta voz de amor timbrada,/y el Pueblo, que acaricia en su memoria/el eco sonoroso de su Historia,/acudió presuroso a la llamada./Caudillo que en su espíritu inspirado/sintió un sublime anhelo, culminado/por la más prodigiosa y bella hazaña./España sabe cuanto Franco ha dado,/y le ofrenda su amor más acendrado./¡Franco es el padre de la nueva España!». Ese periodista sería después una de las voces más conocidas del periodismo en España. Se llamaba Matías Prats Cañete. A nadie se le ha pensado que hay que retirarle los honores que recibió en la democracia. Detrás de una trayectoria hay infinitamente más méritos que un desafortunado poema.

En 1910 inició su andadura en lo que sería el embrión de la Asociación de la Prensa de Córdoba un periodista que se caracterizó por su defensa de la religión en el periodismo, a través de El Defensor de Córdoba. Ese empresario fue nombrado presidente de los periodistas. Posteriormente, el director y propietario de este periódico sería elegido miembro de la Real Academia de Córdoba. Se llamaba Daniel Aguilera Camacho y ahora ha sido incluido en el listado de la comisión de la Memoria Histórica para retirarle la calle que lleva su nombre en Córdoba. Nadie puede decir que estuviera manchado de sangre. Cualquier historiador, de izquierdas o de derechas, ha acudido a El Defensor de Córdoba para conocer la historia de Córdoba y provincia en sus páginas. Precisamente, dos periodistas han glosado recientemente su trayectoria en sus discursos de entrada en la Academia de Córdoba.

Hoy, una verdadera memoria histórica debe ayudar a recordar lo que no hay que repetir, sin parcialidades. Si no sería imposible construir de verdad un espacio de tolerancia y entendimiento, como sucedió en la Transición. Es fácil recordar a los seguidores de Franco, de Hitler o Mussolini, pero también se puede recordar a los seguidores de Stalin y de otros dictadores.

Y digo esto cuando la Junta de Andalucía tiene en fase de valoración dos lugares de memoria democrática en Baena, la plaza de la Constitución y el cementerio, y no se ha planteado la inclusión del asilo de Baena. Lo que ocurre es que en muchos municipios como Baena, junto a la tremenda barbarie y masacre provocada por los franquistas, también hubo represión republicana. En el asilo fueron asesinadas varias decenas de hombres, mujeres y niños, pero pertenecían a familias vinculadas a la derecha. ¿Por qué no se reconoce también como lugar de la memoria el mercado de abastos de Cabra, bombardeado durante la Guerra Civil y en el que se produjeron numerosas muertes? ¿Es esa la memoria histórica que queremos?

Espero que la Academia de Córdoba, que verá cómo varios de sus miembros pueden perder la distinción que recibieron de Córdoba, muestre su opinión. O que la Asociación de la Prensa de Córdoba analice si es correcta la inclusión de algunos periodistas en el listado de la comisión de la Memoria Histórica.

Siempre recuerdo lo que le sucedió al periodista y diputado de la CEDA Antonio Bermúdez Cañete, que fue asesinado junto a la checa de Bellas Artes en 1936. Sus padres perdieron a Antonio, pero también a otros dos hijos que fueron perseguidos por ser hermanos de Antonio. Ahí también hubo drama.