Y había que volver de aquellos veranos de antaño que forman parte de nosotros, da igual si de Fuengirola o de Torre del Mar. Como reza la cita de García Marquez que me recordó Sebastián de la Obra, «La vida no es otra cosa que el recuerdo de lo vivido y la forma de contarlo», por eso somos la suma imperfecta de tantos y tan maravillosos recuerdos de unos veranos en los que sencillamente éramos libres.

Mercedes, Rafa, Nacho, Chelo... lleváis razón, en la anterior columna de la partida hacia esos veranos me faltó citar la parada para tomar los filetes empanados y la indispensable olla a presión que formaba parte del atrezo de nuestras abnegadas madres; o la memorable parada en La Fuente La Yedra donde bebíamos y nos refrescábamos con aquel chorro de «agua divina y fresca»; decir que la humedad y su maravilloso olor se percibía incluso una hora antes de llegar porque era «el olor a vacaciones»; que las noches de verano en aquellas discotecas de cañizo Barry White nos hacía sentir que él o ella eran el primero, el último y todo, que navegar era mejor In the Navy con Village People y que cuando Pino D’angio preguntaba Ma quale idea había que saltar a la pista; y craso error olvidar que en las interminables siestas no estábamos solos porque nos acompañaban Tintín, El Jabato y aquellos Cinco y sus aventuras.

Pero de aquellos veranos había que volver y entonces era el momento del taco de lomo en El Tejar, de comprar los mejores melones en Benamejí y de coronar con entusiasmo la cuesta El Espino y ver con alivio que nuestra Córdoba la llana, aún sofocada por el calor, seguía en el mismo sitio. Llegaba entonces el momento de lucir el moreno producto de varias mudas de aquella piel tan joven que «pelábamos» como las cebollas... y de volver a la realidad.

Porque, amigos, siempre hay que volver, de aquellos y de estos veranos, poner el contador a cero y empezar de nuevo. Lo contrario sería quedarnos para siempre en un tiempo que ya no nos pertenece. Como dijo el poeta malagueño Manuel Alcántara:

«El tiempo siempre es presente

y pasa mientras se queda

por eso nunca se entiende.

Jamás es pronto o después

por más que pasen los años

no pasa el tiempo con él.

No sé qué va a ser de mí

el día que yo me vaya

y él no se quiera venir».

* Abogada