La larga frontera que recorre a lo largo las provincias de Cataluña y Aragón está teniendo sus pros y sus contras para el territorio maño, que, por una parte, teme que el conflicto catalán le estropee sus magníficas fiestas de El Pilar --y más si acude como invitada la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, que inspira ahora rechazo entre algunos ciudadanos por sus críticas a las fuerzas de seguridad del estado-- y por otra está viendo aterrizar a empresas que se deslocalizan ante el clima de inestabilidad y a ciudadanos que abren cuentas en sus sucursales bancarias para trasladar el dinero al «territorio de la UE».