Son 10 minutos de vídeo. Diez minutos terribles y que, a pesar de su dureza, no describen las horas que en realidad allí se vivieron. El gran naufragio de Lampedusa, Italia, en el que murieron 268 personas, entre ellas 60 niños, no solo podía haberse evitado. Es que además ha seguido ocurriendo. Mes a mes desde ese terrible 11 de octubre del 2013. Las organizaciones que trabajan en la zona calculan que desde que comenzó este año han muerto 1.300 personas. Como dice la periodista Maria Angela Paone, ese vídeo difundido por L’Espresso hay que verlo por respeto y por la memoria de todos los que perdieron la vida mientras nos deteníamos en la burocracia. Mientras a muchos kilómetros trataban de quitarse el problema de encima pese a las llamadas de socorro de un médico, Mohamed Jammo. Mientras los europeos decidíamos qué hacer, el agua que entraba en la barcaza comenzaba a tragarse un niño tras otro. Mientras desde una cálida oficina se daban respuestas vergonzantes, un niño tras otro comenzaba a ver paralizado su pequeño cuerpo aterido de frío y miedo. Mientras pensábamos si la llamada debía ser atendida, el mar se llenó de cadáveres y de voces desesperadas que intentaban entender por qué la humanidad les había abandonado, por qué vivir una guerra no era lo peor que iba a ocurrirles.

Mohamed, el médico protagonista de las llamadas, sobrevivió. Aunque perdió a dos de sus hijos en el naufragio, de 6 años y 9 meses. Ahora ejerce en Alemania y estos días ha hablado con uno de los periodistas que más están peleando para que se sepa lo que ocurrió, el italiano Fabrizio Gatti. A él le ha contado que días antes de comenzar la terrible travesía supo que había habido otro naufragio. Pensó en anular el viaje, pero los combates en Siria se acercaban al lugar donde residía con su familia.

Él y otros médicos que iban en ese barco estudiaron sus posibilidades de morir. Por lo ocurrido otras veces, pensaron que «eran del 1,2%». Pensaron que era prácticamente la misma estadística que manejan ellos, los cirujanos con sus pacientes. Así que decidieron partir. Y luego ocurrió lo que todo el mundo ha visto o ha querido ver. Mientras escribo quedan 137 días y 9 horas para que acabe el plazo que nos dimos como país para cumplir el compromiso de traer a 17.337 refugiados, el 0,02% del total. Una absoluta vergüenza. Solo han venido 1.300 personas. Y frente a esto me quedo con lo que cuenta el médico Mohamed de algo que ocurrió cuando el barco estaba volcando. Una joven embarazada se puso de parto. Dos médicos subieron a la cubierta a asistirla sabiendo que todos iban a morir. Y así fue. La recién nacida, a la que llamaron Mabruk (Esperanza), fue engullida por el agua. Y con ella, todos los demás. «Dos actos de heroísmo en un mar lleno de cobardes».

* Periodista