No dejó de preocuparme la completa información que la semana pasada publicó el diario de su digna dirección sobre la colocación de veladores en las calles y plazas de nuestra ciudad. Puede hablarse de permisible y correcta en algunos casos y de auténtica invasión en otros. Hablaba el artículo de diversos lugares pero no del turístico corazón del Casco Histórico, declarado años ha Patrimonio de la Humanidad, que debe preservarse, conservarse y respetarse para facilitar su mejor conocimiento y disfrute.

En este último caso creo que se encuentra la proliferación de mesas en la calle Blanco Belmonte, eje Mezquita-Tendillas, por el que circula buena parte del turismo que nos visita en dirección a Velázquez Bosco, Céspedes y Conde Luque. En esta calle, corta y empinada, se ubica la Escuela de Danza Luis del Río y, poco más arriba, la de Arte Dramático Miguel Salcedo Hierro. Blanco Belmonte se estrecha a medida que se asciende en dirección a Angel de Saavedra y queda reducida a menos de tres metros de anchura.

Entendemos los vecinos que la plaza de la Agrupación de Cofradías ya contaba con los veladores suficientes para el uso de foráneos y locales, algo apretados pero no molestos, porque permitían el paso fácil de peatones y vehículos. Además dejaban espacio suficiente para que los familiares pudieran recoger a sus hijos,alumnos de la Escuela de Danza, la mayoría menores, al terminar las clases, estacionando allí sus vehículos durante breves minutos. Algo imposible a partir de ahora porque desde abril a los veladores de la citada plaza se les han unido veinte más, que ocupan toda la fachada del edificio número 15 de Blanco Belmonte, estrangulando y dificultando todo tipo de tránsito. Fácil es comprobarlo. Incluso las ambulancias UCI procedentes de las dos residencias de ancianos sitas en la calle de Buen Pastor tienen, a veces, dificultades para pasar. Tan es así que los repartidores de hostelería deben dejar sus vehículos frente a la iglesia de Santa Ana. El caos circulatorio está servido y se irá incrementando.

Hablo en nombre propio y en el de los vecinos de este edificio y aledaños a los que he consultado. Todos creemos intolerable la invasión de este pequeño espacio público sin más objetivo que el puramente recaudatorio. Ya se paga bastante. Entendemos que no es esta vieja calle, un arqueólogo la definía como fósil por su antigüedad, lugar adecuado para más mesas y negocios hosteleros. El que desee invertir debe buscar otras ubicaciones y los responsables municipales impedir que se siga molestando a los vecinos y a los turistas, que tanto dejan en Córdoba.

Manuel María López Alejandre

Córdoba