De vez en cuando, algún antiguo alumno o alumna de la licenciatura de Ciencia y Tecnología de los Alimentos (CyTA) pasa por mi despacho para saludarme y recordar los viejos tiempos; mayoritariamente alumnas, ya que en esta titulación la supremacía de ellas es históricamente evidente. Recientemente uno de estos reencuentros con un licenciado ya veterano, me hizo recordar que se cumplen en este curso los 25 años del inicio de los estudios de CyTA en la Universidad de Córdoba. Recuerdo que la carrera se había iniciado como título propio de la Universidad de Córdoba, en el curso 1990-91, promovida por un grupo de profesores inquietos, con visión de futuro, entre otros por el profesor Manuel Alcalá Aguilera.

Fue en diciembre de 1991, con mi tesis recién leída, cuando me incorporé a la docencia en CyTA, en horario vespertino, que se alargaba con clases teóricas hasta las nueve de la noche (y a veces algo más). Junto al profesor Francisco Rincón León, que acababa de regresar de la Universidad de Murcia, nos convertimos en profesores casi exclusivamente de esta titulación. Los primeros alumnos de CyTA eran principalmente mayores, ya que era una titulación de segundo ciclo, que cursaban después de haberse graduado como licenciados en otras titulaciones y algunos ya con ejercicio profesional en temas alimentarios.

Estos primeros años, la titulación era prácticamente desconocida, no digamos ya en Córdoba, o el sector agroalimentario, sino incluso en la propia Universidad. Algo muy distinto a lo que ocurría en otros lugares, como pude experimentar más tarde, por ejemplo en Burgos, donde obtuve plaza de Titular de Universidad, que era conocida hasta por la gente de la calle.

En esos años iniciales apenas había un libro de las disciplinas que explicaba y los equipamientos para prácticas específicas no existían, ni las partidas presupuestarias para adquirirlos.

Pronto CyTA pasó, de título propio, a titulación oficial. La única en Andalucía, aunque por poco tiempo, ya que con una inteligente jugada, la Universidad de Granada provocó que la Junta de Andalucía permitiera "adoptar" nuestro plan de estudios, que compartimos hasta la extinción de la licenciatura, incluso con intercambio de profesores (más bien de profesor, pues Jaime Martínez Hens era el único itinerante, salvo casos puntuales).

Ya en el año 1995 al trasladarse el Departamento de Bromatología y Tecnología de los Alimentos al campus de Rabanales, lo hizo también la titulación. Primer Departamento y primera titulación que se impartía en este campus, en el único edificio habilitado por aquellos entonces, el C1, hoy rebautizado como Edificio Darwin. El desembarco posterior de la Escuela Politécnica, con grandes necesidades de espacios docentes, alejó a CyTA de sus aulas iniciales, aunque no desistimos de volver a ellas, más cercanas a nuestro departamento, en lo que es ya una antigua reivindicación. Porque ésta ha sido siempre una titulación reivindicativa de su idiosincrasia; al ser un periplo de estudios demasiado corto (dos años) con pocos alumnos, que ya poseían una titulación previa, con poca cohesión entre ellos, la convertía en un apéndice de la "Gran Veterinaria". Pero no hemos cesado de reclamar atención de los diferentes decanos y vicedecanos que han ido sucediéndose. Siendo decano el profesor Anselmo Perea Remujo, en 2003, se creó un símbolo de su identidad: el escudo de CyTA, correspondiendo esta etapa y la de su sucesor el profesor Librado Carrasco Otero, a una de las más favorables, para lo cual la participación como vicedecano, de ambos equipos, del profesor Rafael Gómez Díaz, fuertemente comprometido con la titulación, fue decisiva.

Cómo elemento de modernidad, conseguí al trasladarnos a Rabanales que el entonces vicerrector de Infraestructuras del Campus, el Prof. Francisco Gracia Navarro, nos dotara al edificio de un proyector de ordenador. Un "capricho" de millón y medio de las antiguas pesetas, que por entonces en muchas facultades no existía y que hoy es elemento común en todas las aulas universitarias.

En aquellos tiempos iniciales de CyTA, la carencia de medios la suplíamos con imaginación; como Nutriplato, nuestra propia base de datos de composición de alimentos, ya que las que existían eran caras y además poco útiles para un tecnólogo de alimentos. Incluso, en cierta ocasión, para señalar a los alumnos la ubicación de los pliegues corporales, para el contenido de grasa corporal en niños, no tuve mejor ocurrencia utilizar de modelo a mi propia hija Alicia. Hoy, Alicia está de nuevo en las aulas de CyTA, no como modelo, sino como alumna de una nueva CyTA, convertida en grado, con las aulas llenas y con el proyecto de convertirse en un referente académico en una Universidad con vocación agroalimentaria, que capitanea junto a otras cuatro universidades, el único Campus de Excelencia Internacional en Agroalimentación de España.

Pequeñas anécdotas y grandes esperanzas en esta titulación a la que me siento especialmente ligado y agradecido.

*Catedrático de la UCO (Dpto. Bromatología y Tecnología de los Alimentos)