Entre los eventos culturales de relumbrón de nuestros pueblos, algunos destacan sobremanera. Más allá del abrigo institucional y de las promociones mediáticas, que son pilares sustanciales para dar realce a estos acontecimientos de proyección provincial y regional, cuentan con ingredientes suficientes para ser considerados de valor cultural. En Hinojosa del Duque se prepara cada cuatros años, en las últimas décadas, una edición (VI) de teatro popular sobre una referencia literaria universalmente conocida. La serranilla de La Vaquera de la Finojosa del Marqués de Santillanase ha convertido en un argumento relevante no solamente para dinamizar este pueblo norteño de la provincia y comarca de Los Pedroches, sino para desarrollar en extraordinaria conjunción la tradición literaria y su correspondiente escenificación, y todo ello en un marco tan excepcional como la Plaza de la Catedral, con el notabilísimo marco arquitectónico de La Catedral de la Sierra. En los tiempos anodinos que corren, en el tenor de la Cultura, no resulta insustancial que se promueva el Teatro y la Literatura de altura, tomando como fundamento una obra de la talla de Don Iñigo López de Mendoza: ni más ni menos que la expresión viva de uno de aquellos próceres del aura del Renacimiento, avezado en las inspiraciones italianas y un típico caballero de la nobleza castellana, pendulante entre las letras y las armas, que encontró la mayor inspiración de su obra en un simple lance con una jovenzuela en el derrote de los fragosos caminos del Medievo. Rememorar la Literatura con mayúsculas siempre me parece un ejercicio cultural digno de encomio; sobre todo cuando se hace con viveza creativa y la solvencia necesaria. De otra parte hay que ensalzar en su justa medida la disposición abultada del pueblo para irrumpir en escena de manera voluntariosa y atrevida, pues supone vivenciar en sus propias carnes el vértigo del teatro --con su grandeza intrínseca-- dando vida, conrenovada mirada, a una obra universalmente ensalzada por los siglos; y eso lleva su riesgo, a pesar de la encomiable profesionalidad de los actores nobeles, que siempre es de agradecer. Todo ello arrobado por colorismo de un vestuario dignamente adaptado y la luminotecnia que ofrecen los recursos actuales. Más aún, porque la obra se engrandece con un telón de fondo que resulta maravilloso con su elevado porte arquitectónico, con la naturalidad y el complemento que ofrece una obra sin aditamento alguno, simple y llanamente con sus valores prístinos y la grandeza de uno de los mayores patrimonios monumentales de Córdoba. La Catedral de la Sierra es un templo vivo coetáneo en esencias a la obra literaria que se representa, pero la cara renacentista que se proyecta sintetiza bien la belleza y la armonía que se busca en una escenificación que anhela compaginar tradición y modernidad. En esencia, nos encontramos ante una mirada interesante a la cultura clásica, en sus diferentes vertientes (literarias, escénicas y arquitectónicas), con una búsqueda de nuevas formas teatrales adaptadas a nuestros tiempos. Todo un espectáculo de pasado y de presente para amenizar algunas noches de verano (31 de julio, 1, 2 y 3 de agosto), por todo lo alto, con las garantías que ofrecen algunos testigos de nuestra historia. Seguramente que existen otros muchos eventos culturales de considerable pompa y aparato, pero en muy pocos el espectador experimentará en sus carnes la trasmisión que ofrece el cortejo ingente de un pueblo subido al escenario para azuzar a los cuatro vientos un pequeño retazo de su historia. Qué grande. Que empiece la sesión.

* Doctor por la Universidad de Salamanca