1º. Desde la perspectiva del pasado, la ancianidad es la cadena transmisora de la cultura. Esa cadena transmisora de la cultura es la tradición hecha vida en los ancianos y es, a su vez, el equilibrio de la imprudencia a la que son propensos los jóvenes. Esta cadena de transmisión es, a veces escrita, a veces, oral y, en ocasiones, simplemente vida. Los ancianos son la escuela viva de los jóvenes. Otro valor importante de la ancianidad, desde esta perspectiva del pasado, es su "memoria". En el joven, predomina el ideal del futuro, coloreado, además, por su fantasía --no por la experiencia de la realidad-- y, por eso, sin límite ni controles.

2º. Los valores de la ancianidad desde su presente. Nuestra sociedad los desecha, son un estorbo. El paso del campo a la ciudad los ha dejado en la calle. Pero el anciano representa la prudencia y la sensatez de la sociedad en la que vive.

3º. Visión de futuro. A la tercera edad siempre se le atribuye una vista iluminada especial, ya que las personas mayores tienen una gran experiencia y que, como además disponen de espíritu crítico y tiempo suficiente, pueden sacar muy sabias deducciones para el futuro. La naturaleza humana no cambia en lo esencial. La vejez debilita las fuerzas del cuerpo pero esto queda compensado con el aumento de la sabiduría y de la experiencia que dan los años.

4º. La vejez es vecina de la muerte pero la muerte no debe ser temida, antes bien, deseada como término natural de la vida de este mundo y tránsito a otra inmortal y mejor.

MANUEL GARCIA GARCIA