En los tiempos tan difíciles que corren es admirable comprobar cómo a una inmensa mayoría de nuestros jueces y magistrados no les tiembla el pulso, en el marco y con todas las garantías de la Ley, para ordenar y firmar, sea una orden de detención y prisión provisional o de registro y entrada de domicilio, sea una orden sobre escucha de conversaciones telefónicas o de confiscación de ordenadores y obtención de pruebas mediante el acceso al correo y mensajería electrónica en los múltiples procedimientos y causas de investigación criminal correspondientes a los casos de corrupción en que hayan podido incurrir determinadas personas, sean autoridades y empleados públicos, sean empresarios o particulares.

En la época griega, destacaban las diosas Temis y Dice; la primera representaba el buen consejo, siendo la encarnación del orden divino, de las Leyes y las costumbres y la segunda era enemiga de todas las falsedades, siendo la protectora de una sabia administración de la justicia.-

Asimismo, en el mundo romano deslumbraba la diosa Iustitia, siendo ésta la diosa femenina de la justicia.

En efecto, la fiel balanza representa la objetividad e imparcialidad con la que deben actuar los jueces y tribunales y la conocida venda en los ojos es el símbolo que expresa que la justicia es ciega, pues, aquellos deben dictar sentencia, siempre libres de cualquier tipo de influencia o favoritismo por razón de la fama, el poder, la ascendencia, la riqueza o el dinero que puedan ostentar o tener las personas que, finalmente, han de ser juzgadas.

Jueces y magistrados, que con su preparación, honradez, constancia, tenacidad y valentía en la persecución del delito y de la corrupción, con una imprescindible, brillante y necesaria ayuda y colaboración de los funcionarios/as que prestan sus servicios en las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, hacen grande el Estado de Derecho, generando una importante dosis de confianza de los ciudadanos y ciudadanas que pueden comprobar que no quede nada ilícito, oculto bajo el sol, que no haya sitio ni resquicio para la impunidad y que continúa la lucha implacable y sin tregua contra la comisión de cualquier acto tan despreciable de saqueo de las arcas públicas, de unos recursos públicos que son de todos y porque el producto de nuestros impuestos, únicamente, puede ser usado y administrado para la satisfacción del bien común, mediante una correcta y pulcra prestación de los servicios públicos.

* Secretario del Ayuntamiento de Córdoba