Este mes se cumplen diez años desde que vengo pasando, cuando me voy de vacaciones, ante las puertas de un hospital de los llamados de «alta resolución» de la Junta que debería haber entrado en funcionamiento años ha. En algunas ocasiones daba la impresión de que había sido abandonado el edificio, y de pronto emergía como un esqueleto en medio de la nada, eso sí, con un gran cartel en el que se publicitaban las ventajas de este moderno centro para tranquilidad de los vecinos de la comarca gaditana de la Janda que, si algún día se abre, serán los beneficiados. En los últimos años el alcalde, que es contrario al partido del gobierno, ha desencadenado algunas acciones ante el hospital exigiendo la inmediata apertura, junto a él algunos vecinos han cortado la carreterilla que conduce a la playa, algunos medios reseñaron la plantá del regidor de Vejer y poco más. Todo esto a mí nada me extraña pues, como algunos sabrán, vengo de la comarca de Los Pedroches, donde años estuvimos esperando y desesperando la apertura del hospital comarcal, que finalmente se abrió por la fatídica cogida de Paquirri en Pozoblanco. Viene al caso esto que les cuento porque otra vez con la llegada del verano, y esta tiesuna que no pasa por más milongas que nos larguen, ya han comenzado a surgir aquí y allá las carencias de la sanidad pública, casos insólitos como el que contaba ayer un diario de los ocho meses en lista de espera de un pobre hombre al que echaron para atrás a las puertas del quirófano, los setenta pacientes que atiende un médico malagueño en una mañana, la falta de pediatras, quirófanos cerrados y el SAS que no encuentra médicos para las vacantes en verano. Escucho los lamentos por tales deficiencias mientras en el Telediario de la Primera emiten un reportaje exhaustivo del operativo sanitario que tienen los Sanfermines en Pamplona, para atender al momento a los cafres y borrachones que se exponen por voluntad propia ante los morlacos y caen entre sus cuernos o bajo los pies de otros como ellos que en la estampida les asfixian. Cada cincuenta metros del recorrido del encierro hay un equipo completísimo, UVI móvil y profesionales cualificados que no permitirán que nadie palme. Más o menos como por aquí abajo en la romería del Rocío, y supongo que en otras fiestas similares de interés general y mucho riesgo por el volumen de alcohol circulante. Pues bien, si la lista de espera trasciende todo lo permitido y más, y seguimos sin cita, vamos a dejarnos caer, literalmente, por Pamplona y seguro que salimos nuevos del hospital.

* Periodista