El domingo a mediodía me fui a dar un paseo hasta la Ribera para disfrutar del espléndido día y ver las mejoras y buena organización que se han hecho en nuestra ciudad de cara al turismo. Desde el Bulevar, atravesé Gondomar para llegar a Las Tendillas. Bajé por calle Nueva para torcer por la de la Feria y desembocar en la Ribera junto a la Cruz del Rastro. Desde allí se contemplaba un auténtico río humano y multicolor que venía desde el puente de Miraflores, el Oxidado como lo llamamos en Córdoba, avanzando con paso cansino y despreocupado para intentar ocupar bares o «chiringuitos» porque el calor, como pasa en nuestra querida ciudad, se había «echado encima» y la sed y el hambre empezaban a dejarse sentir en los estómagos. Pero la verdad, era totalmente imposible. Todo lleno y a rebosar. Una marea humana caminaba desesperada soportando una tórrida temperatura, que en muchos casos como sabemos, puede producir indisposiciones, mareos y desvanecimientos, en unas personas no preparadas para estas condiciones climáticas. Es una pena, pero puede desembocar en una pura emergencia. No hay más remedio, es un deber prioritario el proteger a las personas, a los seres humanos.

Es urgente crear espacios de sombra, donde refugiarse, esperar, y poder beber, y todo ello gratuitamente, aunque estropeemos el negocio y mermemos el beneficio económico. Aunque unos toldos puedan estropear las bellas vistas, aunque las fotos ya no sean tan bonitas. Acabaremos, como pasa tantas veces, impidiendo que la codicia nos haga ver una necesidad humana. Mataremos la «gallina de los huevos de oro».

<b>Julio César Jimena</b>

Córdoba