Salón de actos de Cajasur a rebosar. Gente que no puede asistir por falta de aforo. Fernando Savater, el filósofo vasco que defiende la España constitucional va a charlar sobre la crisis desde una perspectiva ética. Y lo que dice me inquieta porque revela tanto unas ideas morales paternalistas como una concepción política intervencionista y una visión económica no por inocente menos contraproducente. Desde el respeto que me inspira un pensador tan lúcido como valiente me permito hacerle una cordial "autocrítica", que diría un viejo colega suyo, comunista maoísta.

Entre el público que me rodea hay una mayoría de personas de la derecha de toda la vida, nacionalistas españoles de los que piensan que hay una entidad histórico-metafísica "España" previa a la nación política. Como los nacionalistas vascos y catalanes pero envueltos en una bandera diferente. Tan lejos y, paradójicamente, tan cerca esos enemigos irreconciliables: próximos en su justificación del patrioterismo; distantes en el altar al que sacrificar sus respectivos "todo por la patria". Pero si piensan que el enemigo de sus enemigos es su amigo la llevan clara, porque Savater es un patriota, sí, pero cívico, es decir, patriota político no esencialista, no nacionalista. Olvídense los de la pulserita rojigualda y otros fetiches nacionalistas.

Sin embargo, de lo que ha venido a hablar Savater a Córdoba es de la crisis que nos embarga. Y no puede estar más desafortunado al enrocarse en una serie de clichés políticamente correctos. Como que la crisis en el Estado de bienestar proviene de una especie de contubernio "judeo-masónico-capitalista" que llevaría a los ricos a llevarse su dinero a los paraísos fiscales y, concluye, de ahí viene la falta de dinero.

Por otra parte sostiene Savater que si nos dejarán a nuestro avío, seríamos tan malos como pudiésemos. De lo que deduce, a lo Hobbes, que necesitamos controlarnos los unos a los otros, ayudados por ese Big Brother que es el Estado (de bienestar). O sea, que si Obama y su NSA, es un decir, nos espían es por nuestra seguridad. Si Rajoy, es un poner, sube los impuestos hasta asfixiar a ciudadanos y empresas es para nuestra prosperidad. En definitiva, si el Estado de bienestar nos lleva a sentir un malestar crónico es porque si no, si nos dejaran a nuestro aire, entonces seríamos más malos y más estúpidos. Parecería, por el contrario, que lo que necesitamos desde un punto de vista moral es un poco más de confianza en nuestras potencialidades. Y, desde el punto de vista político, un poco, o un bastante, menos de control.

Dice Savater que a Aristóteles nunca se le hubiese ocurrido que hay que ayudar a los desfavorecidos, a los necesitados. Cierto. Pero también es verdad que la solidaridad sobre la que se ha fundado el así denominado "Estado de bienestar" le hubiese parecido al filósofo macedonio perversa y, por tanto, fuente de todo tipo de corrupciones. Como las que estamos presenciado. Porque, ¿qué sentido tiene una solidaridad forzada, una solidaridad impuesta por la violencia como es la que ha venido ejerciendo sistemáticamente el "Estado de bienestar", ese "Estado social de derecho" que ha ido progresivamente reduciendo el ámbito de las libertades civiles en nombre de una solidaridad torticera, una justicia corrupta y un bienestar siniestro?

Olvida Savater que si existen "paraísos fiscales" es porque existen antes "infiernos fiscales" ocasionados por un Estado que esquilma sistemáticamente a ciudadanos que sólo pueden responder votando económicamente "con los pies", es decir, emigrando fiscalmente a otros países. De hecho, incurre Savater en el despropósito generalizado de traducir "Tax Haven" por "paraíso fiscal", confundiendo "heaven" (paraíso) con "haven" (refugio). Por el contrario, la propuesta de un colega filósofo, el alemán Peter Sloterdijk, sí es auténticamente revolucionaria: hacer que la solidaridad lo sea de verdad en cuanto que voluntaria. Porque a despecho del pesimismo antropológico de Savater experimentos libertarios exitosos como es Wikipedia, realizada y financiada de forma completamente libre y altruista, muestra que el horizonte ético del Estado de bienestar pasa por una revolución liberal que combine la solidaridad con la libertad de practicarla. Pasando de un patrioterismo confiscador a un auténtico patriotismo fiscal, ejerciendo una ciudadanía fiscal basada en una solidaridad verdadera en cuanto que libre. Sólo así evitaremos que el "ogro filantrópico", como lo denominó Octavio Paz, en el que se ha convertido el Estado de bienestar termine quebrando como el fraude piramidal y elefantiásico en el que se ha convertido. Ese del que se burlaba el genial Chumy Chumez cuando escribía "los españoles no ahorran, son unos manirrotos, se lo gastan todo en impuestos".

* Profesor de Filosofía