Se fue doña Isabel Alcántara, secretaria general del Ayuntamiento de Córdoba, cansada de sonreír --con sonrisa conejera-- a los concejales electos que no cumplen seriamente con las responsabilidades para las que fueron elegidos por los cordobeses.

La dimisión de la secretaria, y por los motivos que lo ha hecho, es una prueba palpable de que los asuntos tratados en los plenos municipales, máximo acto de representación, no están ni estudiados debidamente, ni convenidos oportunamente, ni pactados políticamente; es decir, no están ni seria ni relevantemente presentados, y... ¿esta actitud se la merecen los cordobeses? ¿No será que la continuidad "perpetua" en los cargos trae, como consecuencia, la pérdida de compostura en las acciones y en el modo de proceder?

Tanto los ediles que desempeñan responsabilidades de gobierno como los que ejercen la oposición deben saber que el Ayuntamiento democrático es un delicado y sutil mecanismo representativo que, por su cercanía ciudadana, se puede estropear fácilmente, según se realicen actos abusivos de simplificación procedimental como puede ser confundir, sistemáticamente, lo urgente con lo importante. Equivocaciones y "meteduras de pata" que, posiblemente, hayan propiciado la salida, más que justificada, de la señora Alcántara al no poder ella impregnar de seguridad jurídica a la mayor parte de los expedientes presentados a Pleno municipal, y al comprobar, ella misma, que, con la aceptación de tales irregularidades, podría sentirse inmersa en el "nicho" de ciudadanos a los que los griegos llamaban idiotés por ser personas que se consideraban aisladas y manipuladas por todos. De ése "idiotés" griego desciende el actual "idiota", cuya significación no necesita explicarse. Ha hecho muy bien doña Isabel no permitiendo ser catalogada de tan nefasta manera, por si acaso...

Si en las órdenes del día de juntas de gobierno y plenos sólo se incluyen asuntos de escasa importancia y relieve, dejando para las "urgencias" cuestiones de indudable significado y repercusión, los dictámenes inherentes a su seguridad jurídica irán cortos de estudio y motivación y, por tanto, al Ayuntamiento, como órgano administrativo, se le ningunea un marco más amplio que el meramente burocrático-formal yendo, además, "cogido con alfileres". Por tanto, la labor de la secretaria general debiera haber consistido, desde hace tiempo, no en el cumplimiento de fines de orden económico-administrativo, sino, también, en el desarrollo de otras finalidades específicas de carácter representativo de la totalidad de los intereses de la vida local y de las funciones cooperadoras en los servicios del Estado. Y esto último es lo que doña Isabel Alcántara se ha cansado de reclamar y exigir a la Junta de Portavoces del Excelentísimo Ayuntamiento de Córdoba.

Que la secretaria general dimita durante la celebración de un Pleno municipal quizá sea una heterodoxia en la forma de renuncia, pero también debe interpretarse como un grito reivindicativo de dignidad personal y profesional. Algo que no es baladí si no que es la escenificación de un pozo saturado por la mezcla de disgusto, decepción y enojo; algo que debe conceptuarse como uno de los episodios más amargos y graves ocurridos en el Ayuntamiento cordobés en toda la época democrática; algo de lo que no pueden estar "satisfechos" ninguno de los ediles consistoriales, a los que se le debe haber caído la cara de vergüenza.

* Gerente de empresa