Asumido el brexit, frenados los populismos -al menos de momento- y con un elevado ritmo de crecimiento económico, la Unión Europea se encamina hacia una nueva etapa de su construcción, que el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, quiere acelerar y profundizar. Los duros años de la crisis económica pusieron al descubierto las grandes debilidades de la UE, tan grandes, que en algún momento parecían poner en peligro su futuro. En su discurso sobre el estado de la Unión, Juncker ha marcado unas líneas de actuación que, de hacerse realidad, harán una UE más fuerte, más integrada y sobre todo mucho más eficaz. Sus propuestas pasan por el fin de las excepciones, con el euro, la unión bancaria y la libertad de circulación (Schengen) para todos. También propone una simplificación de las instituciones, un superministro de Economía y un presupuesto para la eurozona. «Más democracia significa más eficacia. Europa funcionaría mejor si fusionáramos a los presidentes de la Comisión Europea y del Consejo Europeo», resaltó Juncker en su discurso anual.

Por otro lado, el presidente de la Comisión ha enviado a la Eurocámara un nuevo código de conducta para los comisarios. La Comisión Europea decidió modificar el actual código de conducta por la polémica que generó la contratación del expresidente de la institución José Manuel Durao Barroso por parte del banco de inversiones Goldman Sachs en julio de 2016. Entonces, el comité de ética de la CE no vio «motivos suficientes» para establecer que Barroso hubiera faltado a sus deberes de integridad y discreción, pero sí decidió amonestar a la exvicepresidenta comunitaria Neelie Kroes por no notificar que era administradora de una sociedad opaca en Bahamas y por recibir ingresos de la misma cuando aceptó un complemento salarial temporal al finalizar su cargo. La indefinición sobre el papel del comité de ética del órgano europeo a la hora de determinar las actividades profesionales que pueden ejercer los antiguos comisarios y expresidentes de la institución cuando concluyen su mandato ha provocado más de un escenario en el que parece no quedar muy clara cuál es la verdadera vara de medir y deja sombras sobre la trasparencia.

Sin duda, lo que Juncker propone en esta nueva etapa es necesario si la UE tiene que afianzarse y crecer. Sin embargo, son los estados los que deben adoptar este programa. Los varios ejes en los que se mueve la Unión (el norte-sur, el este-oeste o el político, por poner los más evidentes), con sus propios intereses no siempre coincidentes, hacen difícil alcanzar los objetivos propuestos. Francia y Alemania (sea cual sea el resultado de las próximas elecciones) son muy necesarias en este relanzamiento, pero lo difícil será convencer a muchos países de que pocas veces se presentará una ocasión como esta para reforzar el papel de la UE.