El fiscal especial para investigar la posible injerencia rusa en los comicios presidenciales de 2016 en EEUU, Robert Mueller, está investigando al presidente Donald Trump por posible obstrucción a la Justicia. Se agrava así la situación legal del magnate, que en apenas medio año acumula ya una pesada mochila de escándalos e irregularidades y se encuentra en el ojo de huracán por las revelaciones del exdirector del FBI, James Comey y con un entorno bajo investigación por la trama rusa. A ello se añade que dos fiscales del estado de Maryland y el distrito de Columbia llevarán a Trump a los tribunales por un supuesto conflicto de intereses por haber organizado en un hotel de su propiedad actos de países como Kuwait y Turquía. En el corazón del litigio está el hecho de que, a diferencia de lo que es tradicional, Trump no se ha desvinculado de sus negocios tras su llegada a la Casa Blanca. Los demandantes le acusan de haber aceptado millones de dólares de representantes de gobiernos extranjeros, lo cual vulnera la Constitución. Impeachment es la palabra que más se asocia últimamente al presidente, a pesar de que el proceso para destituirlo es un largo camino en el que resulta imprescindible el Partido Republicano, que no está por la labor. Pero lo que resulta innegable es que los peores vaticinios sobre Trump se van cumpliendo: es una persona que no da la talla mínima exigible para la alta responsabilidad que ostenta.