A finales del siglo XIII se produjo en Córdoba una gran epidemia que estuvo a punto de dejar a la ciudad vacía entre los que morían y los que huían. No había suficientes sanitarios para atender a tantos enfermos y los frailes dominicos, franciscanos, agustinos, trinitarios y mercedarios ayudaban a esa caritativa labor. Fray Simón de Sousa cayó contagiado temiéndose por su vida, pero ya recuperado acudió al coro a pedir a Dios por los enfermos y para que desapareciera tan terrible mal. Una noche de 1278 se le presentó San Rafael y le dijo: "Dirás al obispo don Pascual que está Dios muy satisfecho de su vigilancia y cuidado, y que por sus oraciones y de otras personas, y por la intersección de su Santa Madre, se ha compadecido de este pueblo. Que ponga mi imagen en lo alto de la torre de la Iglesia Catedral y exhorte a todos sus feligreses a que me sean devotos y celebren mi fiesta todos los años; que si así se hace este contagio cesará de todo punto". Fue fray Simón a ver al obispo y este mandó colocar la imagen del Arcángel en la torre de San Pedro, al no poderla poner por problemas en el todavía alminar.

Córdoba no contaba con centro hospitalario y el obispo Pascual (1274-1293) decidió construir un hospital llamado de San Sebastián, vulgo "apestados" y "ahogados", que se construyó en solar propiedad del Cabildo junto a la Alcaicería y unas casas conocidas como Casas del Lavatorio. En 1348 se inició una peste negra o bubónica en Asia que pasó a Europa, causando 40 millones de muertes y 25 millones, respectivamente. Su origen fue la bacteria yersinia pestis, que afectaba a las ratas negras, produciéndose el contagio por las picaduras de las pulgas que llevaban, que inoculaban el bacilo a los humanos. Alfonso XI de Castilla y León (1350) murió por la pandemia cuando estaba cercando a los benimerines en Gibraltar --enterrado en San Hipólito--, y Juana II de Navarra, en 1349. Al producirse en esas fechas un brote de esa peste, el hospital desarrolló una gran labor en Córdoba y aunque hubo muertes pronto cesó gracias al Custodio San Rafael, que protegió a la ciudad. Como el susodicho hospital se quedó anticuado la Iglesia construyó el también llamado de San Sebastián (1512), obra de Hernán Ruiz I.

Hasta aquí lo que había en el lugar donde se construyó este grandioso Triunfo a San Rafael. A continuación, paso a contar cómo y porqué se construyó.

El Cabildo catedralicio, durante el pontificado del obispo nacido en Italia Tomás Ratto Otonelli (1731-1738), conociendo el sentir de los cordobeses, decide levantar un Triunfo junto al río, Mezquita-Catedral, Palacio episcopal, Seminario y Puerta del Puente, en el solar del antiguo Hospital de San Sebastián, o "de apestados". El 20 de mayo de 1736 se le encarga el diseño a un arquitecto italiano pero, viendo las dificultades para realizarlo, se solicita otro a los sacerdotes Domingo Escroiis, pintor, y Simón Martínez, escultor. Iniciaron su estudio en 1736 y una vez aprobado por el Cabildo y el Ayuntamiento se inició, en marzo de 1738, la cimentación, pero pronto la obra se para y solo quedó en la apertura de los cimientos. En su excavación se encontró la tapa del sepulcro del obispo Pascual con la inscripción "Don Pascual, Obispo de Córdoba". Se buscó el resto y se encontró en San Agustín sirviendo de fuente. En el ínterin ocurre el tristemente célebre terremoto de Lisboa del 1 de noviembre de 1755 y, para darle gracias al Custodio de Córdoba de haber salvado a la ciudad, se pensó en seguir adelante con el proyecto. En 1756 llegó el nuevo obispo, Martín de Barcia, y al observar la devoción que se le tenía al Custodio decidió renovar la construcción a sus expensas, para lo cual encargó a Juan Miguel Verdiguier el trabajo el 23 de febrero de 1765, comenzando las obras el 28 de abril de ese año.

El monumento se inicia con un rugoso monte de mármol negro, horadado a semejanza de una gruta y rodeándolo están representadas figuras o atributos de animales y plantas alegóricas de su río y de la riqueza de su suelo. Y sobre el monte, recostados, los patronos de Córdoba San Acisclo y Santa Victoria y, por devoción que le tenía el obispo, a Santa Bárbara, llevando todos dentro del pecho reliquias de santos. Al pie de esa montaña, un león de piedra blanca con un escudo en el que se lee: D.O.M. / EN / MEDICINA DEI / FUGITE PARTES ADVERSAE. / VICIT / LEO DE TRIBU JUDA . Además están representados una pieza de artillería y el sepulcro vacío del obispo Pascual. En el lado derecho el escultor labró un caballo de mármol paciendo, para indicar la fama que tenía Córdoba en su crianza. De la gruta sale un águila que en sus garras sostiene el Juramento de San Rafael al padre Roelas; "Te juro por Jesucristo Crucificado que soy Rafael, ángel a quien Dios ha puesto por guarda y custodio de esta ciudad". Sobre el monte colocó una pequeña torre cilíndrica y sobre esta se eleva una columna de mármol blanco veteado de una sola pieza de unos seis metros de altura y sobre ella un San Rafael de mármol con las alas semiplegadas, señalando con la mano derecha a la ciudad y llevando en la izquierda el bordón de peregrino. Tanto la columna como el San Rafael se labraron en la misma cantera del cerro de Valdegrajos, frente a las Ermitas, de donde se extrajo el mármol. Cuando se estaba terminando falleció el obispo Martín de Barcia (22 de junio de 1771), parándose las obras. Continuaron el 29 de junio de 1779 al sufragar los gastos el Obispado. El monumento se terminó el 31 de diciembre de 1781.

Está declarado Patrimonio de la Humanidad desde 1994.

Como el monumento no esta dedicado al culto católico, creo que podría hacer el Obispado un regalo a los cordobeses y donarlo al Ayuntamiento, si es que todavía no se ha entregado; aunque se habla que ya había pasado la titularidad a la ciudad en 1850, tras la desamortización.

* Ingeniero Técnico Industrial, escritor y presidente Club Filatélico