Al romper las negociaciones sobre su deuda y convocar un referéndum para el próximo día 5 de julio, el Gobierno griego está lanzando varios mensajes importantes.

El primer mensaje que se deduce de la ruptura de negociaciones, y del tono con el que se califican las propuestas europeas, es que Tsipras sigue siendo un primer ministro que basa su liderazgo en la agitación, no en su capacidad de gobierno. No ha sido capaz de explicar a su pueblo ni la crítica situación en la que se encuentra su economía, ni la pragmática oferta que están haciendo los socios europeos. Tzipras tiene dificultades de control de su partido (pues es del ala más radical), de su gobierno (pues depende del apoyo de los ultranacionalistas de derecha) y es rehén de sus demagógicas promesas electorales.

El segundo mensaje que lanza el Gobierno griego es que no han creído nunca en las negociaciones porque su objetivo era la condonación de su deuda antigua y un plan de subvenciones. La decisión de Tsipras de consultar al pueblo griego puede parecer, desde un punto de vista político, impecablemente democrática, pero no es otra cosa que una coartada para romper la negociación. Si Tsipras hubiera creído en la negociación y hubiera querido legitimarse democráticamente, lo que tendría que haber hecho no es hacer la consulta antes del acuerdo, sino haber consultado el acuerdo en sí mismo, explicándolo al pueblo griego y presentando su dimisión si hubiera perdido el referéndum. Al convocar la consulta sólo está revistiendo con un discurso de democracia directa su voluntad de ruptura, pues, por la misma lógica democrática, tendría que haber solicitado que los gobiernos acreedores sometieran a referéndum las condiciones de los dos rescates de Grecia anteriores y las condiciones del nuevo. Si no lo pide es porque sabe que, si se sometieran a referéndum en Alemania, Francia, Holanda o la misma España las condiciones del rescate griego, la opinión pública hubiera sido probablemente negativa, con lo que hubiéramos llegado a un inmenso callejón sin salida. Con su decisión, Tsipras ha manifestado que no quería llegar a acuerdo, que sólo quería ganar tiempo hasta llegar al precipicio.

El tercer mensaje que está lanzando Tzipras es que no están dispuestos a hacer los sacrificios que han de hacer para salir de su crisis, es decir, que quieren volver a la situación anterior a la crisis en la que hicieron crecer exponencialmente su deuda pública, gastando mucho más de lo que recaudaban, financiándose internacionalmente con apoyo europeo. Parece que Tzipras y los griegos consideran que Europa ha de ayudarles por el mero hecho de ser griegos y que una economía se gobierna por la mera voluntad política, sin tener en cuenta básicos principios económicos. Me temo que ignorando la lógica económica lo único que van a conseguir es forzar la reestructuración de su deuda (uno de sus objetivos básicos), pero a costa de no recibir ayudas y perder completamente la credibilidad internacional. En términos financieros es mucho peor esta situación porque lo que los acreedores pierdan por la condonación del principal, lo van a ganar en forma de intereses de la deuda restante, con el coste añadido de que este coste financiero lo será también para el sector privado, y la vuelta al crecimiento muy lejana. Los griegos no pagarán parte de su deuda, pero tendrán muchas dificultades para poder pagar lo que les reste y lo que necesitan a corto plazo. Y eso considerando que no salgan del euro que es un escenario mucho más grave.

Parece que el Gobierno griego ha pensado que las negociaciones en Europa eran un típico juego del "gallina", un juego muy peligroso que consiste en ver quién es el que más aguanta jugándose la vida. Y se equivocan, porque lo que se juega el conjunto de Europa con Grecia es relativamente poco, mientras que Grecia se lo juega todo. Lo malo es que no lo quieren ver.

* Profesor de Política Económica. Universidad Loyola Andalucía