Para mí representan la melancolía. Los oigo pasar, en las densas noches del invierno, largas, muertas; o en las de verano, inmensas y agotadas; al amanecer, cuando el día insinúa todas sus incertidumbres; o al atardecer, cuando un amor se despide y se va lejos, hasta que se desdibujan su voz y su rostro en el corazón. Una despedida es morir muchas veces cada instante; es tener que vivir muriendo. Ahora oigo los trenes de la Semana Santa. Y veo gentes ir el Domingo de Ramos, volver el Domingo de Resurrección. Imagino ojos... Paisajes, caseríos, estaciones, ciudades con otros ojos que se cruzan y se van para siempre. Siempre para siempre. Solo permanece la soledad. Imagino lo que esas almas hayan vivido. Otra persona al lado, otra estación, un avión, una cita. Y otra despedida. Siempre adiós; siempre otro adiós. No debería existir el adiós. Es la esencia de la melancolía. De pronto tan cerca; de pronto tan lejos, entre otros rostros, otras ciudades, otras palabras. Es tristeza, añoranza, nostalgia; el tiempo, que nos lleva en su tren; es la soledad, el abandono, regresar a la casa y abrir la puerta y caerse el mundo y no haber nada, nadie, nunca. Los muebles nos hablan; las fotografías nos miran desde las lejanías que se llevaron los trenes. Es el silencio; ese silencio palpitante de una casa vacía; los libros; ecos de pasos y voces que se fueron; la maleta, la puerta, el adiós. Y el tren que se va. «¡Adiós!...». La persona amada se ha ido. No queda nada. Solo silencio; un silencio que hiere, que corroe, que entorpece hasta la respiración. De pronto, fue todo; y de pronto, es nada. Aún queda en la mejilla la tibieza del beso; los labios aún tienen el sabor de la piel de la otra mejilla. Ese hilo sutil se ha roto; es ya un ovillo inmenso de melancolía, que rueda, baja unas escaleras, sube un ascensor, sale a una calle, entra en otro piso, otros muebles, otros ámbitos. Y uno mira a su alrededor y no hay nada. Todo se lo ha llevado el adiós. Y tener que seguir viviendo; comprar, comer, mirar la tarde en la ventana, pasar otra noche... ¿Dónde estará ahora la persona que se fue? Apagar la luz... Callar... Dormir... Soñar... Pero qué soñar, qué anhelar, qué esperar. Y otro tren que va, surcando la noche, lejos, más lejos. Y otro silencio, que viene, cerca, más cerca.

* Escritor