La exactitud de las predicciones meteorológicas ha llevado este año a los ayuntamientos de la provincia a plantearse la insólita decisión de mover el calendario de las tradiciones y adelantar la Cabalgata de Reyes Magos. Varios municipios celebraron el desfile el pasado jueves, ante las previsiones de lluvia que podían dar al traste con una celebración que es, sin duda, la de mayor ilusión para los niños, fruto de la colaboración de numerosos colectivos y un colofón maravilloso para las fiestas navideñas. Otros decidieron afinar al máximo con los horarios para intentar escapar al agua. Y el Ayuntamiento de Córdoba, tras sopesar el asunto, optó por adelantarla un poco y arriesgarse a que las inclemencias del tiempo estropearan la cita. Al final, todo salió bien, y tanto la Cabalgata principal como las de los barrios, con la excepción de la de Trassierra, pudieron celebrarse ayer, con algunas gotas que fueron vencidas por el entusiasmo de los asistentes. Este es el balance de este año, pero parece que se ha abierto un nuevo debate que se puede volver a presentar en el futuro. ¿Es razonable cambiar la fecha de una tradición centenaria, ligada a la liturgia cristiana --aunque en su conjunto sea una fiesta civil-- para no afrontar la frustración de que pueda estropearse? ¿Se haría con la Semana Santa, o con la Nochevieja? Una vez superadas las prisas del momento, el asunto no es tan baladí que no merezca una reposada reflexión.