Ya que se trata de tomarnos por tontos, vale, hagámonos pasar por tontos. Imaginemos una ciudad pequeña, o un pueblo. En esa localidad ha gobernado durante dos legislaturas determinado partido. En esas dos legislaturas se han hecho cosas vitales como fuentes, esculturas kitsch de esas que parece que se compran al peso, rotondas hasta para ir al baño, y cosas así. Y también imaginemos que en esa localidad se han comenzado (o continuado) proyectos de mayor enjundia: una casa de la Cultura, un arreglo del Mercado, una residencia de disminuidos, un hotel encantador... Cosas raras de esas. Se pensará que esa localidad nadaba en la abundancia; pues no, una vez que esos gobernantes pierden y ceden el bastón a los malos, resulta que estos se encuentran las arcas vacías y con la dificultad de terminar lo comenzado. Lógicamente, como no queremos hacer el tonto, que es lo que nos piden, pues nos tragamos que la culpa es de los nuevos gobernantes, que no son capaces de encontrar en cinco meses financiación para culminar los magníficos proyectos citados. El gobierno saliente así lo explica en sus medios lacayos y, oye, parece que nos lo vamos creyendo. Pero salta un niño y dice que no, que el rey está desnudo. Y nos da por pensar que eran proyectos suicidas porque no tenían la dotación presupuestaria completa; o que si la tenían y ya no existe, a lo mejor es que el gobierno saliente se la ha gastado en otra cosa, lo cual puede llamarse malversación y ser perseguido judicialmente, sobre todo si se trata de dotaciones finalistas. Entonces dejamos de ser tontos y pedimos explicaciones.

* Profesor